miércoles, 9 de mayo de 2012

ABRIL, MAYO Y BOTTICELLI


Aún exhala Bóreas su gélido hálito,
iracundo ante el letargo inminente,
y las nubes  —sumisas feudatarias—
le tributan el caudal del río Arno
con torrentes furiosos,
de imperturbable ritmo,
cuyo final no parece vislumbrarse 
en la cortina de la tarde.

Así llega abril,
bajel que navega
en tempestad de aguaceros,
en trombas ruidosas que devastan balcones,
que rasgan las hojas y quiebran los tallos
de esa floresta doméstica que sobrevive
sojuzgada en la maceta.

Así llega abril,
y le sigue mayo, con Céfiro
soplando y soplando,
entibiando cielos, con las margaritas
brotando en el césped
y las amapolas, como labios rojos,
besando y besando, con los ranúnculos
vestidos de sol,
con ese vergel de espinosos cardos.

Y al igual que de la oruga
mudada en crisálida
—libre de su cárcel de seda—
surge la alevilla,
se transforme Cloris,
y su metamorfosis fecunde los prados.

Que ya llegue Flora derramando rosas,
que ya llegue Venus repartiendo amores,
que vengan tres Gracias
cubriendo sus carnes con finos cendales,
y hasta haya un Mercurio
—con caduceo alado— tomando las frutas
que pintara Sandro.

Que así llegue
mayo, y un Céfiro azul,
ahíto de amor, resople en lo alto.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "La primavera" (1477), Sandro Botticelli, Galleria degli Uffizi, Florencia

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