Durante un tiempo habité
tu periferia,
tus extramuros.
Sabedor de mi éxodo,
me mirabas desde tu adarve
con un mutismo que te manaba del azul
de los ojos
y arrancaba el llanto
a las nubes.
Tus labios también secundaban
esa ofrenda al silencio,
incapaces siquiera de activar los músculos
que elevan las comisuras.
Todo lo vivido en aquella época
—lo que ambos vivimos—
fue semilla sembrada en tierra baldía.
Ninguno de mis besos
floreció en madreselva,
ninguna de mis caricias fructificó en otra piel.
Tras tanta oscuridad
al fin llegó
un albor luminoso,
un amanecer de soles cegadores
que disiparon las sombras calcinándolas,
un día en que me vi las cicatrices
y me percaté del error de mi diáspora,
comprendiendo entonces
lo hueca que estaba sin tu luz.
Arrepentida, enarbolé la bandera
de tu boca y su saliva.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "Sabinella", John William Godward