lunes, 21 de diciembre de 2009

CIUDAD DE TÚNEZ III (Museo del Bardo)


Este museo (abre de 9 a 17 h. en verano y de 9,30 a 16,30 en invierno, cierra los lunes y la entrada es de pago), célebre por poseer la mayor y mejor colección de mosaicos romanos de época imperial del mundo, dista cuatro Km. del centro de la ciudad, ya que se encuentra en el barrio de “Le Bardeau”, por lo tanto, es conveniente desplazarse en coche de alquiler o mejor aún en un taxi, si bien se puede tomar el metro, pero es harto complicado acceder a la boca del mismo, puesto que no se ubica en una calle céntrica.
  
El museo ocupa parte de las estancias del Palacio del Bardo (Palais du le Bardeau) y en el resto se ha instalado la Asamblea Nacional. La que fuera residencia de verano de los beys mouraditas, y después sede de la corte del fundador de la dinastía husseinita, Hussain Ibn Alí (s. XIX), fu248 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Detalle de las tres Gracias en el anterior frente de sarcófago.e remodelado por M'Hamed Bey entre 1855 y 1859. En 1888, bajo el protectorado francés, se creó, por decreto beylical, el Museo Alaouí, que posteriormente derivaría en el actual Museo Nacional del Bardo con motivo de la independencia de Túnez en 1956 y sería dotado de las ricas colecciones prehistóricas, púnicas, griegas, romanas, cristianas, bizantinas y árabe-musulmanas, procedentes de todas las regiones tunecinas.
258 - Túnez, Museo Nacional del Bardo.Estelas púnicas de Maghaola, (antigua Magota).
La antigua Provincia Romana de África Proconsular ha proporcionado un ingente número de mosaicos pavimentales, de temas figurativos, geométricos o una combinación de ambos, predominando los mosaicos polícromos, concebidos en esta zona, puesto que el mosaico romano anterior al africano, era únicamente bicolor.
285 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Estatua de terracota representando al dios púnico Baal Hammon, s. I d. C.
El museo cuenta con 50 salas y galerías, muchas de ellas con las decoraciones originales del palacio beylical, con lo que se dota a las exposiciones de un entorno majestuoso. Se exhiben los mosaicos, esculturas y otros objetos, hallados en las excavaciones de las ruinas de Cartago, Thuburbo Majus, Duga, Bula Regia, Uthina, Utica, Thysdrus, (El Jem), Sfax, Mahdia…El orden no es precisamente una virtud típicamente oriental, así que las salas no siguen cronología alguna, la mayoría de los mosaicos y objetos expuestos se agrupan por el yacimiento arqueológico del que proceden y otros se encuentran entremezclados. 306 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Tumba doble representando a un escriba y a una dama llamada Victoria, s. IV d. C. Tabarka.



En la planta baja, cerca de la entrada, se pueden contemplar sarcófagos y otros objetos funerarios romanos de época imperial. Después se puede acceder a la Sala de Antigüedades Musulmanas, ascendiendo unos pocos escalones que conducen a una enorme puerta claveteada y a un zaguán que se abre tras ella. Prosiguiendo, se verán parte de las dependencias privadas de los beys, con sus habitaciones arregladas con mobiliario de época, su patio de hermosas columnas de mármol y estucos y hasta una pequeña cocina para preparar el té, así como también se muestran cerámicas antiguas en las consabidas vitrinas. Si se retrocede sobre lo andado y se vuelve hasta el portalón árabe, se puede continuar en la planta inferior a lo largo de una serie de salas que contienen antigüedades púnicas halladas en Cartago: figurillas, cerámica, estelas del Tofet o necrópolis infantil (donde las teorías se dividen, llegando incluso al sensacionalismo de los sacrificios infanticidas, para explicar esas cremaciones), bajorrelieves de la diosa Tanit y una estatua de terracota la deidad suprema, Baal Hamón. Después se llega a otras salas de mayor tamaño donde aparecen mosaicos paleocristianos del s. VI y un baptisterio de este periodo, hallado en la Isla de Jerba. Más allá comienza la colección de mosaicos romanos que se extenderá sobre todo, por las plantas superiores.
323 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Vista general de la sala que conduce a la escalera que da acceso a la primera planta.
Ascendiendo por una doble escalinata, de la que cuelgan paños de mosaicos funerarios paleocristianos, se accede a la segunda planta, donde suelos y paredes acogen multicolores mosaicos romanos de los yacimientos arqueológicos varios: de Thuburbo Majus, Duga…
Y llegados a la Sala de Cartago, situada en el antiguo patio del palacio (actualmente cubierto), nos encontramos con estatuaria de la Cartago romana, dos descomunales mosaicos pavimentales de la Casa de Icarios de Oudna, uno de ellos representa a Dioniso entregando una vid a Icarios, rey del Ática, (de éste han dejado una réplica exacta en las ruinas de la casa) y el otro muestra escenas de la vida rural. En el centro del inmenso patio, han colocado el Altar o Ara de la Gens Augusta, un altar sacrificial que rememoraba la ascendencia y genealogía divina del emperador Augusto.

417 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Altar de la Gens Augusta, s. II d. C. Está situado en el centro de la sala.En la Sala de Susa, dedicada a la antigua ciudad de Hadrumetum, la mayor parte de lo expuesto adquiere proporciones ciclópeas, comenzando por la cabeza y los pies de una estatua de Júpiter encontrados en el capitolio de Thuburbo Majus. También es gigantesco el mosaico del Triunfo de Neptuno, que cubre el suelo y fue hallado en Hadrumetum, Susa. Pero la obra maestra de la sala es el mosaico denominado del Señor Julius, procedente de Cartago y que ilustra, a modo de cómic, la vida de un terrateniente en una villa rural.
395 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Mosaico del Sr. Julius, que representa una villa rural. Cartago, s. IV d. C.
La Sala de Duga contiene una maqueta de esta importantísima ciudad romana y varios mosaicos encontrados en ella, el más importante es el de los Tres Cíclopes, que da nombre a las termas donde fue hallado. En esta sala se puede admirar el mosaico más bello de todo el museo: Neptuno y las Cuatro Estaciones, realizado con una finura sin parangón, que procede de La Chebba. En la sala se abren dos hermosos miradores de madera pintada de azul turquesa, desde los cuales se puede contemplar la calle y la Mezquita del Bardo que se sitúa enfrente.379 -  Túnez, Museo Nacional del Bardo. Mosaico representando a Neptuno y las Cuatro Estaciones. La Chebba, s. IV d. C. Considerado el mosaico más bello del museo.La Sala del Jem, se dedica a la ciudad de Thysdrus, la que hizo levantar el ambicioso anfiteatro que fue el tercero en dimensiones del mundo romano y que se mantiene en relativo buen estado. En esta sala hay mosaicos de bodegones y naturalezas muertas, uno de una montería y cubriendo el solado, El triunfo de Baco, con el dios montado en un carro tirado por dos tigresas y precedido por el semidiós Pan.
367 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Otro detalle del carruaje de Baco, del mosaico de las fotos precedentes.La sala de música del palacio beylical, con sus dos palcos, acoge la Sala de Althiburos, en cuyo pavimento se muestra un mosaico denominado Catálogo de Barcos, pues en él son visibles veintiocho barcos con sus nombres en griego o en latín. Asimismo, destaca en esta sala el Mosaico del Banquete, procedente de la Casa de las Estaciones de Dougga, que testimonia la vida de la casta patricia de la Cartago romana.
458 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. En el comedor se exhibe un mosaico que representa a Orfeo encantando a los animales salvajes con su lira.
En la Sala de Uthina u Oudna, acomodada en el antiguo comedor de palacio, cuelga Orfeo Encantando a los Animales, hallado en la Casa de los Laberii, del s. II d. n. e. No obstante, el mosaico más célebre de todo el museo, se halla en una preciosa sala octogonal coronada por una cúpula con atauriques de estuco, que formaba parte de las habitaciones privadas del bey. Es la Sala de Virgilio, así llamada porque este mosaico que nos ocupa, representa al gran poeta romano Virgilio sosteniendo un rollo de papiro sobre el que se lee el octavo verso de La Eneida y flanqueado por las musas Clío y Melpómene. El mosaico se encuentra totalmente intacto y es el único retrato conocido del poeta, por lo que se le ha rebautizado como "La Gioconda Tunecina". Fue encontrado en las ruinas de Hadrumetum, en la actual Susa y data del s. III.
484 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. La Gioconda Tunecina procede de Hadrumetum, en  Susa y data del s. III. Es el único retrato de Virgilio que se conoce.Siguiendo el recorrido, en la Sala de los Bronces, numerosas estatuillas de este metal, representando a Eros, Dionisos y otras deidades, se exhiben, coquetas, tras de las diáfanas lunas de grandes vitrinas. Las Salas de las Excavaciones Submarinas de Mahdia, exponen los objetos encontrados en un pecio griego hundido a cinco Km. de la costa de Mahdia. Capiteles y esculturas presentan partes carcomidas y erosionadas por la acción del mar y el salitre y otras intactas, salvadas por la arena al haber quedado enterradas en el lecho marino.
En esta zona hay varias salas que exhiben mosaicos con temas relativos al mar y a sus mitológicos moradores: Neptuno y Anfitrite, Océano, Nereidas, caballitos y monstruos marinos, delfines…493 - Túnez, Museo Nacional del Bardo. Sala de las excavaciones submarinas de Mahdia. Busto de Afrodita o de Ariane, carcomido por el salitre.
Una imponente tumba romana de yeso y estuco preside, en el centro, la Sala del Mausoleo. Se rodea de mosaicos geométricos en el suelo y de otros en las paredes, entre los que sobresale uno con medallones de animales, inspirado en los juegos circenses y que proviene de Thuburbo Majus.
La Sala de Ulises, así llamada por el Mosaico de Ulises, que representa al héroe griego atado al mástil de un navío para no sucumbir a los cantos de las sirenas. Éstas son representadas según la mitología romana: mitad hombres, mitad aves de rapiña. Otros dos mosaicos de importancia que se ubican en esta sala son El Triunfo de Neptuno y Anfitrite y La Coronación de Venus. En las salas contiguas, hay otro mosaico similar a este último: Venus Coronada por Dos Centauros.344 -  Túnez, Museo Nacional del Bardo. Mosaico que representa a Venus coronada por dos centauros. Ellés, s. II d. C.Ascendiendo a la segunda planta del museo, se pueden avistar los mosaicos pavimentales de la Sala de Cartago, con una perspectiva de pájaro y diversos puntos de vista, ya que dicha sala, el antiguo patio del palacio, es circundada enteramente por un corredor. La Sala de las Escenas de Caza, contiene mosaicos relativos a este tema, como Teseo Matando al Minotauro, motivo que se inscribe dentro de un dibujo geométrico y que simboliza el Laberinto de Cnosos. También hay mosaicos sobre combates de púgiles y de gladiadores, así como  de un "bestiare", El gladiador Bellunaire matando a un león en el anfiteatro.565 -  Túnez, Museo Nacional del Bardo. El bestiare Bellunaire matando un león en el circo. En la Sala XXI, cuelgan mosaicos de tema variado, sobresaliendo dos sobre Diana Cazadora. Por último, en la Sala de Acholla, se exponen los maravillosos mosaicos de grandes dimensiones que cubrían el suelo del frigidarium de las Termas de Trajano de la portuaria ciudad de Acholla, situada a cuarenta Km. al norte de la actual Sfax. También acompañan a este lote, mosaicos pertenecientes a villas de esta localidad, incluyendo los de la villa de un senador romano.
568 -  Túnez, Museo Nacional del Bardo. Mosaico del frigidarium de las Termas de Trajano de Acholla. Próximo capítulo: Barrio de "La Goleta" (La Goulette)


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jueves, 26 de noviembre de 2009

CIUDAD DE TÚNEZ II ( la medina)

036 - Túnez, la Place de la Victoire, en la medina, tras franquear la Puerta de Francia.Franqueando la Puerta de Francia, una fuente moderna nos recibe con el alegre murmullo que produce el agua que mana, a borbotones, de sus surtidores. Esta parte de la Plaza de la Victoria ya pertenece a la medina ("madinat" en lengua árabe), el casco antiguo, de tortuoso y laberíntico trazado de la capital tunecina. Son varias las callejas que se abren en la plaza, a través de las cuales podremos penetrar en el corazón de esta ciudad dentro de la ciudad. 038 - Túnez, la medina. La Rue de la Commission, se ubica cerca del Mercado el Ghalia y por eso se surte de productos para los lugareños.La calle que se halla más a la izquierda de la Puerta de Francia, paralela a la muralla, es la Rue de la Comission, en la que vivió Giuseppe Garibaldi durante su estadía en Túnez. Esta calle semeja uno de nuestros rastros, con sus puestos de mercadillo repletos de especias, legumbres y verduras, ropas, objetos de uso cotidiano y baratijas varias apropiadas para la clientela local.
La Rue de la Kasba lleva directamente a la Plaza de Gobierno, con el Palacio del Primer Ministro (Dar el Bey) y otros edificios de carácter gubernamental, en el lugar del emplazamiento de la antigua kasbah. 047 - Túnez, la medina. La Rue Jamâa ez Zitouna con sus puestos específicos para turistas.De la Plaza de la Victoria también parte la Rue Jamâa ez Zitouna, que conduce, por el camino más breve, a la Gran Mezquita del Olivo o Jamâa ez Zitouna. Esta angosta calleja central rebosa de mercancías destinadas al público turístico. Los vendedores acosan literalmente a todos los extranjeros que, a duras penas, ascienden la pendiente, pero no es muy conveniente realizar compras en esta zona, ya que al ser muy frecuentada por los turistas, los precios de salida para el regateo, son ostensiblemente más elevados y los productos de inferior calidad. Es mejor reservarse para los zocos que se encontrarán más adelante. Incluso en la localidad cercana de Sidi Bou Said (de la cual se tratará con posterioridad), tanto en las tiendas como en algunos puestos ambulantes, ofrecen artículos de categoría superior y de mejor gusto, por un coste ligeramente inferior.
050 - Túnez, la medina. Rincón de la Rue Jamâa ez Zitouna, con un artesano del latón trabajando ante una hermosa portada.La Rue Jamâa ez Zitouna da paso al Souk el Fekka o Zoco de los Frutos Secos, dedicado a la venta de pastas y dulces elaborados con tan deliciosos ingredientes. Mazapanes multicolores, con formas de pequeñas frutas y makrouds, diminutos bocaditos de hojaldre y dulce de dátil, típicos de la cuarta ciudad santa del Islam, Keirouán, se exhiben en improvisados mostradores, cubiertos de celofán para evitar el contacto de los alientos de quienes por tan exquisitos manjares suspiran.
056 - Túnez, la medina. El Souk El Fekka o zoco de los frutos secos con sus cafés y puestos que venden pastas, mazapanes y makrouds.Un antiguo café, denominado como la calle y la mezquita, "Café ez Zitouna", enorme, recubierto de floreados azulejos y frecuentado únicamente por varones, se aloja bajo la bóveda de cañón de este zoco cubierto. Allí los lugareños se toman su café turco o expresso o su té a la menta, con piñones o sin ellos o cualesquiera de las múltiples variedades de tes y cafés que ofertan y charlan animadamente mientras fuman sus narguilés o pipas de agua, cargadas con un tabaco que no es tal, aromatizado a la manzana, a la fresa…recuerdan que Túnez es y ha sido siempre un vergel, que actualmente cuenta con una producción agrícola envidiable y que en el legendario pasado, en la época de la Cartago romana, llegó a ser el granero de Roma.
078 - Túnez, la medina. Tras franquear la puerta se encuentra el patio, presidido por el alminar.Más allá, al fondo del zoco, que semeja un túnel, se halla la Gran Mezquita del Olivo (Jamâa ez Zitouna), abre de 8 a 12 h. y cierra el viernes al público no musulmán. Entrada de pago (que es necesario conservar, ya que es válida también para el resto de edificios musulmanes de la medina). La más antigua y grande de las mezquitas tunecinas, de origen omeya, levantada en el s. VIII, pero reformada y ampliada en numerosas ocasiones, por los aglabíes en el s. IX, por los ziríes en el X, por los otomanos en el XVII…Este templo musulmán es el segundo en importancia del país después de la Gran Mezquita de Keirouán, la más santa del Magreb. La Jamâa ez Zitouna fue, asimismo, la universidad más antigua de toda África, lugar donde el filósofo e intelectual Ibn Khaldún predicó sus enseñanzas. Esta actividad docente quedó interrumpida en tiempos de Habib Bourguiba, para ser retomada por orden de su sucesor, el actual presidente de la república (y dictador), Ben Alí, que accedió al poder tras un golpe de estado.
090 - Túnez, la medina. Vista del patio y de la cúpula que preside la sala de oración, a la cual tampoco permiten acceder a los turistas.
La Gran Mezquita presenta una logia de doble columnata en su fachada principal y esa galería da paso a un vasto patio, rodeado de pórticos en tres de sus lados. Los no creyentes se encuentran imposibilitados para acceder a él y han de conformarse con admirar tan hermosa obra arquitectónica desde una valla de madera. Al fondo del patio se yergue, orgulloso, el alminar o minarete, de estilo andalusí, no en vano Túnez fue país de acogida para los moriscos expulsados del nuestro durante las persecuciones de que fueron objeto por parte de los monarcas y las instituciones católicas, de entre ellas el Santo Oficio. Esta torre cuadrangular, de cuarenta y cuatro metros de altura, nos retrotrae al glorioso pasado de Al Ándalus, con sus relieves de lacerías y sus merlones rematando la terraza. El patio, por el contrario, es de estilo turco, con arcadas de medio punto peraltadas, que se sustentan sobre capiteles expoliados de las ruinas de la antigua Cartago. Del mismo lugar y de otros yacimientos arqueológicos, proceden los que decoran la impresionante sala de oración, compuesta de quince naves e iluminada con lámparas de cristal de Murano veneciano. Tampoco a ella puede acceder el público no musulmán, que ha de resignarse e imaginar el esplendor de tan portentosa estancia, coronada por la cúpula del bahou, con sus estrías de piedra bicolor.
097 - Túnez, la medina. Otra vista del zoco de Attarine desde lo alto de la galería de la Gran Mezquita Jamâa ez Zitouna.La Gran mezquita del Olivo se encuentra rodeada por los diferentes zocos, el Souk de Attarine o Zoco de los Perfumistas, con profundas y estrechas tiendas donde el jazmín y los aromas amaderados y almizclados se funden y confunden hasta lograr la magia del perfume, encerrado en pequeños y preciosos frascos de vidrio con decoraciones de oro. Allí se ubica también la Biblioteca Nacional, un vetusto cuartel turco poblado por no menos añejos legajos procedentes de la Gran Mezquita y de las madrasas anexas: coranes y otros manuscritos árabes, poseedores del saber de su tiempo, que ahora ocupan, como habitantes inciertos, los otrora aposentos de las compañías de los temibles jenízaros.
101 - Túnez, la medina.  Portada de la Biblioteca  Nacional, en el Zoco de Attarine o de los Perfumistas.
El Souk el Trouk o Zoco de los Turcos prolonga al de los perfumistas. Techado por una elegante bóveda de ladrillo, aloja mercaderías tan dispares como los textiles, los muebles, las alfombras o la marroquinería. En él se encuentra la antigua Casa Ed Dar, ahora ocupada por un selecto anticuario, a cuyo interior se puede acceder no sólo a mirar o adquirir costosos objetos, sino también para ascender a la azotea y así poder obtener magníficas vistas sobre esta parte de la medina, al pie del minarete de la Gran Mezquita. El caserón en sí mismo también es muy interesante, con sus escaleras alicatadas con azulejos multicolores y su cocina, conservada como antaño. Sin lugar a dudas, si se busca un souvenir o un regalo con empaque y buen gusto, éste es el lugar idóneo.

173 -  Túnez, la medina.Vista del minarete de la Mezquita Hammouda Pachá desde la azotea de la Casa Ed Dar.A la derecha de la Gran Mezquita se abre el Souk des Libraires o Zoco de los Libreros, con el Complejo de las Tres Madrasas (o medersas), las escuelas coránicas (oficialmente no están abiertas al público, pero se permite el acceso libre y no es necesario abonar ninguna entrada, si bien hay pícaros que pretenden timar a los turistas haciéndose pasar por encargados y solicitando a cambio una propina).
113 -  Túnez, la medina. La construcción de la  Madrasa del Palmero se remonta a 1714..La Madrasa del Palmero, así llamada por la palmera que antaño sombreaba su patio, porticado éste con columnas cuyos fustes son de mármol negro y se coronan con albugíneos capiteles también marmóreos, que recuerdan a la mezquita de Córdoba, tal es su estilo andalusí.
135 - Túnez, la medina. La Madrasa Bachiya data de 1752.La siguen la Madrasa de Bachiya, con sus filigranas de yesería y sus columnas delicadas y esbeltas, que rememoran el arte nazarí de la Alhambra de Granada y la Madrasa de Slimaniya, con un patio muy similar al de la del Palmero, pero con columnas de níveos fustes y, como la primera, con dovelas alternando el blanco y el negro para ornamentación de sus arquerías.
154 -  Túnez, la medina. El patio de la Madrasa Slimaniya es similar al de la del Palmero, pero con los fustes de las columnas de mármol blanco en lugar de negro.Frente a la Madrasa del Palmero, llama la atención la puerta roja y verde del Hammam Kachachine, un establecimiento público de baños al estilo turco o árabe, apto sólo para hombres.
119 -  Túnez, la medina. El Hamman Kachachine se ubica justo frente a la Madrasa del Palmero.
El Zoco de los Turcos desemboca en la Mezquita de Sidi Youssef, o de los Turcos, erigida por los otomanos que en el s. XVII deseaban contar con su propio templo dedicado al rito hanefita. En su patio se ubica la tumba o tourbet de su fundador, Youssef Dey y se remata con un alminar de sección octogonal, el primero que se levantó con esta forma en Túnez. Esta mezquita no está abierta al público no musulmán, así que sólo podrá ser contemplada desde el exterior.
181 - Túnez, la medina. La Mezquita Sidi Youssef se encuentra al final del Zoco de los Turcos y al lado de Dar el Bey, el Palacio Presidencial.
Contiguo a esta mezquita se encuentra Dar el Bey o Palacio del Bey, así llamado por ser la augusta morada de los beys o gobernantes locales bajo dominio turco. Data del s. XVIII, de imponentes dimensiones y con espléndidas fachadas de piedra de color ocre dorado. Fue la sede del Gobierno en tiempos del protectorado francés y en la actualidad es la residencia del primer ministro, así como también lo ocupa el Ministerio de Asuntos Exteriores, por lo que cualquier fotografía está estrictamente prohibida.
190 - Túnez, la medina. El Palacio del Bey o Dar el Bey, antigua residencia de los beys o gobernantes turcos.
Frente a Dar el Bey se halla el Ministerio de Finanzas, un edificio blanco con un reloj en medio que más bien parece un consistorio que otra cosa y a su lado, el Secretariado General de Gobierno. Todas estas edificaciones oficiales están enclavadas en la Place du Governement, en la parte más alta de la medina, donde antiguamente se levantaba la Alcazaba.
Volviendo atrás, descendiendo la kasbah, los zocos se abren como intrincadas rutas para alcanzar el oriente de las mil y una noches. El Zoco de las Chechias, donde el visitante podrá asistir al proceso artesanal de fabricación de estas boinas, introducidas por los inmigrantes andalusíes en el s. XVII y que hoy se exportan con ligeras variantes a países como Libia, Chad o Somalia. Son similares al fez marroquí, pero la chechia tunecina es más achatada, roja y sin borla y la chechia libia casi igual a la de Túnez, pero negra y con borla…
Un poco más allá, a la salida del Zoco de las Chechias y al lado de Dar el Bey, está el zoco que lleva su nombre: Souk el Bey. Sin bóvedas que lo cubran, sobrio y distinguido, los escaparates de sus comercios exponen joyas y orfebrería de calidad.
Continuando, se llega a la Mezquita Hammouda Pachá, del s. XVII, de pequeño tamaño, pero hermosa impronta, con arquerías ciegas y un minarete octogonal, es muy semejante a la Mezquita de los Turcos y como ella, también alberga en su patio el mausoleo de su patrono y tampoco es visitable por los no creyentes.
179 - Túnez, la medina. La Mezquita Hammouda Pachá contiene el mausoleo de ese santo, pero su entrada está vetada a los no creyentes.Retornando al Zoco el Bey y recorriéndolo de nuevo en dirección opuesta, se penetra en una callejuela cubierta que constituye el Souk el Berka o Zoco de los Esclavos. Se continúa hasta una placita, situada bajo una bóveda sujeta por seis columnas pintadas de rojo y negro alternativamente y en ese lugar es donde antaño se realizaban las ventas de esclavos, los cuales eran obligados a mostrarse subidos a una tarima. Ahora, se exhibe un pajarillo dentro de una pequeña jaula que cuelga de una de las columnas, como recordatorio de la infausta cautividad de aquellos desdichados. Salvo ese nimio detalle, ya nada recuerda la antigua función de este zoco, dedicado en la actualidad a la venta de joyas y piedras preciosas que refulgen por doquier, con tiendas de madera tallada pintadas en azul celeste.
Perpendicularmente a este zoco, se encuentra el Souk el Lefta, especializado en alfombras y mantas y cerca el Souk ed Dziria, ambos muy antiguos y con vetustas tiendas que harán las delicias de los fotógrafos aficionados a lo pintoresco. En el Zoco el Lefta hay un establecimiento llamado "El Palacio de Oriente", que también consta de una azotea muy similar a la de la Casa Ed Dar y a la que se puede subir libremente, previa solicitud a los empleados de la tienda, para obtener una buena vista panorámica de esta zona de la medina. La terraza del tejado se encuentra alicatada con antigua cerámica policromada y ornamentada con plantas como la de la casona Ed Dar, así que resulta doblemente gratificante visitarla.
165 - Túnez, la medina. El Zoco del Algodón, que forma parte del Souk el Koumach o Zoco de las Telas.
En la parte inferior del Zoco el Leffa, girando a la izquierda, se llega al Souk el Koumach o Zoco de las Telas, del s. XV, que bordea el muro oeste de la Gran Mezquita y se forma por tres naves separadas por columnas pintadas en rojo y verde. Las mercancías que aquí se muestran están relacionadas sobre todo con las bodas y las ceremonias de circuncisión. Montones de detalles florales hechos con tules, gasas y sedas blancas y de tonos pastel se apilan cuidadosamente y resultan llamativos unos cestos de mimbre forrados de raso blanco acolchado, los turistas creen que son camas para gatos de lujo, pero nada más lejos de la realidad, en Túnez se trata muy bien a los mininos, pero no se llega a tanto: son cestas para portar los regalos del novio a su futura desposada.
160 - Túnez, la medina. Souk el Koumach o Zoco de las Telas, con atavíos y complementos para bodas y ceremonias.

A continuación se accede al Zoco de las Mujeres o Souk des Femmes, especializado en ropa de segunda mano y después se llega al Zoco de la Lana y al del Algodón, donde se venden ropa y joyería destinadas a las féminas autóctonas. Más arriba se halla el Zoco de los Orfebres, cuyas abigarradas y desmesuradas joyas sólo son del gusto de los orientales y además, muy a tener en cuenta es el hecho de que el oro que allí se vende, con frecuencia, es nada más que de catorce kilates.
167 - Túnez, la medina. El Zoco de la Lana o Souk de la Laine, que también forma parte del Souk el Koumach.



Continuando hacía la Mezquita de Hammouda Pachá y bajando por la Rue de la Kasbah, girando después a la derecha por la Rue El Jelloud, se accede a un callejón que lleva por nombre Echemmahia, allí, en el número nueve, dentro de una casa particular, se halla la Tumba de la Princesa Aziza, con bellísimas decoraciones interiores de estuco y cerámica. Volviendo a la Rue de la Kasbah, se encuentra el Souk de Nahas o Zoco del Cobre, donde los artesanos martillean sin cesar, produciendo una alegre y rítmica melodía, las bandejas repujadas y cinceladas que habrán de servir para contener los dulces y otras delicias culinarias.
208 - Túnez, la medina. Cada cúpula del Tourbet el Bey corresponde a una cámara funeraria, donde se hallan las tumbas de soberanos, familiares y algunos de sus ministros.El Tourbet el Bey es el monumento funerario de los príncipes husseinitas (el de mayor envergadura de todo Túnez) y fue erigido por Alí Pachá II en el s. XVIII. (Abre de 9,30 a 16,30 h. Cierra los lunes y es preciso pagar entrada). En este mausoleo descansan, en su eterno sueño, los beys o soberanos dependientes del sultán de Turquía, sus familias e incluso alguno de sus ministros. Su exterior destaca por sus sobrias y elegantes fachadas de arenisca dorada y mármol blanco, con decoraciones florales en bajorrelieve, ribeteando las esquinas y pilastras. En la techumbre asoman varias cúpulas recubiertas de tejas verdes o simplemente encaladas, una por cada cámara funeraria. El interior sorprende por sus paredes cubiertas de cerámica naranja y amarilla, un paradójico derroche de color y alegría para honrar a los difuntos. El desorden se adueña de las cámaras sepulcrales: ora una lápida aquí, ora otra allá… sólo en la sala de los monarcas que llegaron a gobernar y sus esposas, reina cierto orden. En ella, los paramentos verticales y los pavimentos, se revisten de mármoles italianos de diversos colores y los finados reposan en el interior de grandes sarcófagos, los de los hombres con pequeñas columnillas prismáticas nimbadas por un turbante o tarbouch y los de las mujeres con placas de mármol colocadas en los extremos.
217 - Túnez, la medina. El patio central del Dar Ben Abdallah.
Descendiendo por la Rue Sidi Zahmoul, girando a la izquierda y bajando la Rue Sidi Kassen, girando a la derecha a la altura del número nueve, se pasa bajo el arco del callejón Ben Abdallah y se llega al Museo de Artes y Tradiciones Populares, instalado en el Palacio Ben Abdallah, edificado en el s. XVIII (abre de 9,30 a 16,30. Cierra lunes. Entrada de pago). El edificio palacial cuenta con un hermoso patio interior, de mármol blanco, porticado con columnas de este mismo material y color y estucado con atauriques y lacerías. Un zócalo de cerámica policromada le proporciona colorido y una fuente central, cuyo surtidor se adorna con un trío de delfines, alegría. Sobre el pórtico se alza un segundo piso, con un corredor delimitado por una balaustrada de madera pintada de azul celeste. Sin duda, se trata de un patio encantador que ilumina las estancias privadas del palacio, actualmente ocupadas por la exposición del museo: unos maniquíes, vestidos a la antigua usanza, ilustran las actividades propias de los moradores de una casa burguesa tradicional del s. XIX, ocupando los cuartos correspondientes a hombres, a mujeres o a niños, con la cocina y el baño o hammam y todos los utensilios necesarios, además de mobiliario de época, joyas o juguetes. También se muestran los oficios propios de los zocos: orfebres, tejedores, guarnicioneros y todo tipo de artesanos.228 -  Túnez, la medina. El Dar Ben Abdallah alberga el Museo de Artes y Tradiciones Populares.

Saliendo a la Rue des Teinturiers o Calle de los Tintoreros (zoco donde se tiñen a mano los tejidos), se llega enseguida a la Rue el M'Bazaa, donde se encuentra el Dar Othman, un caserón del s. XVI hecho edificar por el bey Othman, que se enriqueció por su relación con los raís o corsarios musulmanes (antiguos esclavos europeos convertidos al Islam). El palacio es de dimensiones modestas, pero posee un pequeño patio ajardinado encantador y alberga la Oficina de la Conservación de la Medina, así que su acceso es libre y gratuito.
234 - Túnez, la medina. El hamman o baño típico del Dar Ben Abdallah.
Volviendo de nuevo a la Rue des Teinturiers , se gira a la izquierda por la Rue del Trèsor y la Rue el Karchani, preciosas calles jalonadas de puertas azul turquesa adornadas con clavos, idénticas a las típicas de la idílica localidad de Sidi Bou Said. Se ha de continuar subiendo hasta llegar a la Rue Andalous, la más bella vía de toda la medina, con esbeltos arcos de herradura, que dan paso a residencias aristocráticas que rememoran el pasado andalusí de este rincón, cobijo de los inmigrantes adinerados que fueron expulsados por la intolerancia española de la época. Sin duda, es un sitio calmo y tranquilo, donde los numerosos gatos que pululan por toda la medina, se prestan a dormitar en cualquier parte, haciendo suyo el lugar, como si de su feudo se tratase.
235 - Túnez, la medina. Portadas en la Rue des Teintouriers o Calle de los Tintoreros.
Subiendo desde la Rue Andalous, a su izquierda, se arriba a la Plaza del Castillo y se accede al Dar Hussein, un palacio del s. XVIII que ostenta la fama de ser el más hermoso de todo Túnez. Hoy en día sus dependencias acogen el Instituto Nacional de Arqueología y Artes y no está abierto al público, pero el visitante puede pasar sin problemas al patio de mármol blanco, con azulejería de Kallaline y filigranas de estuco, que da paso a otro de menor tamaño en el que luce un cuidado jardín, reflejo mundano del paraíso perdido.
En la periferia de la medina se encuentra la Mezquita de Sidi Mahrez, del s. XVII, de influencia otomana, con sus cúpulas blancas que destacan sobre el azul intenso del cielo. Consta de un patio un tanto angosto con forma de L y una gran sala de oración. Esta mezquita ha sido objeto de una remodelación tan exhaustiva que es muy criticada por parte de los expertos. Frente a ella, al otro lado de la calle, está la Zawilla de Sidi Mahrez, el patrón de Túnez. En ambos lugares no se permite la entrada al público no musulmán.
245 - Túnez, Mezquita de Sidi Mahrez.
Próximo capítulo: Museo del Bardo
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jueves, 19 de noviembre de 2009

CIUDAD DE TÚNEZ I (la ville nouvelle)

001 - Túnez, Avenida Habib Bourguiba, con el reloj, (el despertador), al fondo, en la Plaza du 7 Novembre. Habib Burguiba fue a Túnez lo que Atatürk a Turquía, pero sin las tendencias fascistoides de éste. Gran modernizador, transformó en un estado laico el pequeño país de mayoría netamente musulmana. Abolió la poligamia y las mujeres alcanzaron la práctica igualdad de derechos que los hombres, si bien son ellas, realmente, quienes deciden el grado de libertad que desean disfrutar y así se ven, conjuntamente, féminas cubiertas con un recatado shador o con un más que pudoroso velo negro que apenas deja entrever sus ojos y otras ataviadas al modo occidental, incluso con camisetas ceñidas y hasta escotadas.
006 - Túnez, el Teatro Municipal, es uno de los pocos que existen en el mundo de estilo modernista.
La avenida principal de la capital del país, (al igual que en la mayoría de las ciudades tunecinas), lleva el nombre de este insigne estadista. Es una vía amplia, que consta de cuatro carriles para el tráfico rodado, separados por un paseo arbolado y bordeada de edificios modernistas de la época del protectorado francés y de otros de no tan bella factura, que datan de los psicodélicos años setenta. De entre los primeros destaca el hermoso Teatro Municipal, de los pocos que hay en el mundo de estilo art noveau y frente a él, el mamotreto del Hotel Hana International, en el cual pernoctamos durante nuestra estancia en Túnez. Del hotel, un antiguo cinco estrellas en los "seventies", rebajado ahora de categoría a cuatro, destacar su inmejorable ubicación y recomendar las habitaciones renovadas, que tienen un muy buen precio y son confortables. De las que aún tienen sin rehabilitar, mejor ni pensarlo, pues aunque son sensiblemente más económicas y cuentan también con aire acondicionado y minibar, presentan un mobiliario vetusto y las típicas manchas en las moquetas imposibles de eliminar. No obstante, la limpieza era correcta, salvando que lo viejo siempre aparenta sucio aun cuando no lo esté, (de ahí mi insistencia en la elección de un dormitorio con baño reformados) y el desayuno buffet era abundante y adecuado, sin embargo, se echaba a faltar la fruta, ya fuese natural o en almíbar.
009 - Túnez, el Teatro Municipal, una joya Art Decó.Si el presupuesto del viajero fuese más holgado, la alternativa más adecuada sería la de un hotel de superior categoría o al menos, un cinco estrellas que hiciese honor a las mismas, en este caso mi recomendación se inclinaría por el Sheraton, ubicado en el Parc du Belvédère, una enorme mancha verde que ocupa una colina distante unos dos Km. del centro de la ciudad, con edificaciones opulentas que dan fe de su condición de barrio caro. De este hotel sólo puedo constatar su suntuosa recepción, ya que en ella contratamos un vehículo de alquiler con la conocida empresa AVIS, pero no es difícil adivinar el lujo con que han de estar decoradas las habitaciones, puesto que, en el pasado, nos hemos alojado en algún establecimiento de la misma cadena y es una de las habituales en cuanto al máximo lujo y confort. No obstante, un automóvil arrendado se hace innecesario en esta urbe, (nosotros lo contratamos para visitar los alrededores), puesto que el precio de los taxis es absolutamente ridículo y funcionan siempre con el taxímetro en marcha, con lo cual no hay que pactarlo previamente como es usual en los países de ámbito musulmán. El Parque del Belvédère no sólo es el pulmón de esta ciudad, más de cien hectáreas de palmeras, pinos, olivos, ficus, eucaliptos… sino que también reúne atractivos para el visitante: una laguna y un café muy frecuentado por la juventud tunecina, un parque zoológico, (abre de 9 a 18 h. y cierra los lunes, entrada de pago), el Museo de Arte Moderno, (cuya entrada es gratuita y abre todos los días) y en la cima del cerro, la Kubba, (abierto a diario, entrada libre), un pabellón del s. XVII que ha sido trasladado a este lugar desde su emplazamiento original, en un barrio de la ciudad. Con su oronda cúpula, sus atauriques y lacerías de yeso, sus gráciles arcos soportados por marmóreas columnas, sus vidrieras… sus pasillos, prestos ahora a ser recorridos por cuanto viajero pretenda gozar de las maravillosas vistas sobre la fronda que lo rodea y sobre el golfo de Túnez. Un lugar idóneo para las parejas de enamorados que podrán contemplar, desde su terraza, una idílica puesta de sol.
020 - Túnez, vista de la Avenue de Habib Bourguiba, con su paseo arbolado en medio de la calzada.Y volviendo a la céntrica Avenida Habib Bourguiba, frente al hotel Hana International y al lado del teatro, existen dos establecimientos de hostelería muy aconsejables: el Café de París, con una gran terraza y un pequeño restaurante, en donde sirven alcohol a un precio moderado y a su lado, el pequeño Café del Restaurante Capitol, lugar en el que preparan enormes y sabrosas crêpes rellenas de quesos y atún para degustar en el local, en la calle o llevar, por menos de un par de míseros dinares. Ahí ya no despachan bebidas alcohólicas, como tampoco lo hacen en el restaurante homónimo, (avalado encarecidamente por la guía Routard o Trotamundos), sito en el primer piso y al que se accede independientemente desde la calle. En este modesto restaurante, pulcro y con una decoración un tanto kistch, se pueden probar los platos tunecinos más típicos, como el brick, una empanadilla grande, de hojaldre frito, que contiene siempre un huevo entero y otros ingredientes: atún, gambas…ciertamente, el más delicioso de los entrantes. También preparan un excelente cuscús de cordero o de pescado, (especie de "cocido" o puchero con sémola de trigo duro, patatas, zanahoria y los citados ingredientes proteínicos: el cordero o el pescado). El tajín tunecino no se parece en nada al marroquí, ni siquiera se presenta en el recipiente de cerámica del mismo nombre, pues este tajín es un pudin compuesto de huevos, carnes y verduras, amén de especias varias.
Otro restaurante, éste más en la línea de comida rápida, pero muy a tener en cuenta, es el "Panorama", en la acera de enfrente, caminando en dirección a la Torre de África, comúnmente llamada el "Despertador", un esbelto reloj de pie, de hierro cual mecano, que se yergue al principio de la avenida, en la otrora Plaza Afrique, que ha perdido su exótico nombre en favor del de " Du 7 Novembre". En el amplísimo "Café Panorama" tampoco se puede consumir alcohol, pero es posible degustar pizzas, pasta, crêpes, bricks, carnes, pescados, helados…por poco más dinero que en el Capitol. Y para rematar el ágape: un buen café o mejor aún, un aromático té a la menta, el más genuino sabor de Túnez.
La torre de África, en la Avenida Habib Bourguiba.Si lo que se pretende es almorzar o cenar en un sitio con más caché, la elección se podría decantar por el restaurante Chez Nous, situado al principio de la Rue Marseille, una bocacalle que se abre en la avenida. Es íntimo, acogedor, con "charme", y posee una pequeña terraza. Lleva abierto desde 1935 y es ideal para los mitómanos, pues ante sus mesas se han sentado personalidades y estrellas de la talla de Edith Piaf, la sempiterna reina de la canción francesa o el inefable campeón de los pesos pesados Cassius Clay, (Mohamed Alí) o uno, sino el mejor, de los futbolistas que el mundo haya podido contemplar: el "brasileiro" Pelé. Los precios no son comedidos precisamente, pero las viandas son exquisitas y se pueden regar con uno de los caldos que este país magrebí produce generosamente: buenos tintos como el viueux magon o el haut mornag o blancos como el kelibia, un moscatel delicioso. Para finalizar, nada mejor que el thibarine, un licor de vino y plantas aromáticas o la boukha, un aguardiente de higo que también se consume como aperitivo, convenientemente helado.
Desafortunadamente, el servicio no es demasiado amable, como suele ser frecuente en este tipo de establecimientos finos y "estirados", así como tampoco lo es la clientela habitual: ejecutivos y hombres de negocios.
029 - Túnez, La Avenida de Francia, soportal con azulejos antiguos, al lado de la Puerta de Francia.
En las cálidas noches estivales y hasta bien entrada la madrugada, la Avenida Habib Bourguiba bulle de vida con la afluencia de jóvenes, (mayoritariamente mocedad masculina), que ocupan casi la totalidad de las terrazas de cafés y restaurantes. Bellos efebos, vestidos a la última moda casual europea, que escrutan bajo la tenue luz de las farolas, a cuanta muchacha recorre las aceras. Ellas, en proporción mucho más escasa, van siempre acompañadas de otras chicas o de novios, esposos o hermanos y lucen atuendos dispares, desde unos ajustados pantalones vaqueros con la abundante y larga cabellera al viento, hasta una falda tobillera y el pañuelo cubriendo la testa, como signo de fidelidad a la sharía. La mayoría son de complexión delgada y armoniosas facciones. Resulta paradójico que algunas oculten tan agraciados rostros y tan exuberantes melenas en aras de unos preceptos religiosos ya obsoletos, como si la belleza fuese una incitación al pecado, al mal, cuando es, justamente, el más divino de los regalos.
Túnez, un vendedor de jazmín, con su atavío tradicional.
Mezclados con el gentío que disfruta de la noche, los vendedores de jazmín recorren una y otra vez los veladores de las atestadas terrazas, ávidos de realizar alguna venta. Son individuos de avanzada edad, ataviados con casaca y pantalones blancos, chaleco rojo y tocados con una chechia blanca, (la boina o "fez" de Túnez) o chiquillos risueños y traviesos, los que, portando una bandeja de paja trenzada en una de sus manos, ofrecen con la otra su fragante mercancía a los hombres nativos o a las mujeres turistas. Y es que los varones tunecinos tienen por costumbre orlar uno de sus pabellones auditivos con una flor de jazmín y así percibir, constantemente, el dulce perfume que exhala. Como esta tradición no es vista con buenos ojos por los occidentales heterosexuales, que pueden tomarla como un signo de amaneramiento cuando no es tal, los comerciantes de tan bienoliente género lo ofertan a las féminas extranjeras, sabedores de que en nuestro mundo son quienes verdaderamente aprecian tales productos y para ello portan collares de pétalos ensartados en hilo, que mantendrán su aroma incluso después de haberse secado.
025 - Túnez, ante el templo católico se yergue la estatua del sabio andalusí Ibn Khaldoun. 
La Avenida Habib Bourguiba desemboca en la Plaza de la Independencia, donde se ubica la decimonónica Catedral de St. Vicent de Paul, de arquitectura neo-bizantina. Ante este templo católico, se yergue una estatua representando a Ibn Khaldoun, el intelectual andalusí exiliado en Túnez: sociólogo, historiador, político, científico...una de las figuras más relevantes del ingente potencial cultural del Islam bajomedieval.
Tras la plaza, la avenida se prolonga mutando su nombre por el de Francia y se halla flanqueada por inmuebles de estilo historicista de principios del pasado siglo, pintados en níveo blanco, marfil y tonalidades crema pálido, resaltando molduras y adornos que sugieren los de una tarta nupcial. Edificios y farolas remiten al París de la Belle Époque.
028 - Túnez, otra vista del inmueble de la fotografía anterior, en la Avenida de Francia.
Al término de esta vía se encuentra la Puerta de Francia, antaño "Puerta del Mar", (Bab el Bhar), un arco triunfal de herradura, que, por su aspecto fortificado, (no en vano fue una de las puertas de la muralla que rodea la medina), recuerda la entrada a un bastión o ribat y que actúa como simbólica barrera arquitectónica entre la ciudad nueva y la ciudad antigua o kasbah, dividiendo en dos la Plaza de la Victoria.
033 - Túnez, la Puerta de Francia,  antes llamada Puerta del Mar, (Bab el Bhar). El Mercado Central o El Galla se encuentra muy próximo a la Puerta de Francia, extramuros de la antigua muralla de la medina y comprende tiendas cubiertas donde se despachan carnes y pescados y puestos al aire libre para frutas, verduras y hortalizas, aunando colorido y ambiente popular.
236 - Túnez, la medina. Mercado El Galla o Mercado Central, uno de los puestos de pescado.
238 - Túnez, la medina. Puesto de verduras y hortalizas en el Mercado El Galla.
Próximo capítulo: LA MEDINA
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sábado, 14 de noviembre de 2009

EL CORAZÓN DEL TUAREG I

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Observo la palma de mi mano surcada por un planisferio de líneas: de la vida, de la muerte, del corazón, de la mente… todo un atlas universal de arrugas y pliegues engurruñados, estriados, fruncidos… Montes, circos, valles…una variada orografía que se extiende, escasamente, a lo largo y ancho de una cuarta.

Tomo un puñado de arena y consiento que se escurra por entre mis dedos. Aquilato su peso a medida que va cayendo, atraída por las fuerzas del centro de la Tierra. Esta plúmbea arena es dorada como sus ancestros: la mica y el feldespato, e hija predilecta del translúcido cuarzo. Paso las horas muertas contemplando cómo se desliza, una y otra vez, resbalando furtivamente por las articulaciones de mi diestra.

100_3578A veces, ensimismado en esta nimia tarea, olvido que sobre mi turbante índigo el cielo es más azul y sol más ardiente. Olvido incluso las crestas de las dunas que, como lomos de dragones malheridos, se retuercen convulsamente curvándose cual sierpes; y omito recordar la huella zigzagueante que deja tras de sí la fría víbora al avanzar duna arriba, al retroceder duna abajo…
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¿Dónde estás mi querida patria, mi bien amada? Que no te hallo ni en mis ensoñaciones, que no te encuentro ni en los versículos que leo y releo todos los atardeceres, antes de que el ígneo sol ceda paso a las argénteas estrellas.

Así estoy, absorto, embebido en mis pensamientos, casi en estado de trance, cuando escucho la dulce voz de mi esposa Yassmine, cuyo nombre le fue asignado aludiendo a la blanca flor de intenso y embriagador perfume. No en vano, mi Yassmine era tan arrebatadora como la más fragante de las flores y tan cautivadora como el terciopelo de sus pétalos.

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Ella me llama ahora para que le prepare el té. Todos los días, a diferentes horarios, pero con una mayor calma y sosiego en los momentos que preceden al crepúsculo, yo le escancio un té verde, aromatizado a la menta, hirviente, con una espuma burbujeante que le recuerda la de las olas marinas que un día vio en Essaouira.
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Mi adorada Yassmine no era una nómada como yo. La conocí en un ksar marroquí, al pie de la cordillera del Atlas; una fortaleza roja, de tierra y cal apisonadas, que encerraba a su amparo frescos muros de adobe elevados sobre altas torres. Cuando la vi por vez primera, mi corazón experimentó un vuelco, supe de pronto que el amor había tocado a mi puerta. Era una muchacha frágil y hermosa, de piel lustrosa y azafranada, con los ojos cual luceros y los labios de amapola. Un ligero velo blanco le cubría la testa, sin demasiado cuidado, permitiendo vislumbrar el nacimiento de sus brunos cabellos, engalanados estos con una tiara de monedas de plata y cuentas de ébano que pendían de su frente como se escurre el caudal de un río hecho ya torrente cuando se precipita, cual descontrolada cascada, por insondables abismos.
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Así se despeñaron mi seguridad y mi aliento cuando la tuve ante mí; no pude por más que contenerlo admirado ante la belleza de un rostro tan delicado, de una finura sin parangón alguno. A lo largo de mis por entonces dieciocho años, había visto muchachas con la cara descubierta y a algunas las había encontrado preciosas, pero ninguna como Yassmine, ninguna poseía la esencia de un ser celestial engendrado como humano.
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Era una mujer moderna y avanzada para su época, esta mi Yassmine. Hasta poseía algunos estudios y ejercía de maestra para las niñas y los varoncitos pequeños de la población, aquellos que aún no habían ingresado, por edad o vocación, en una madrasa o escuela coránica. Y es que su carácter también iba parejo con su hermosura: era sensible, bondadosa y abnegada a la par que alegre y candorosa como la flor de la cual portaba el nombre. Frisaba ya los dieciséis años y sin embargo su fuerza interior era la de una mujer madura, mientras que su ingenuidad era la propia de una cándida criatura.
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Recuerdo que Yassmine clavó en mí su mirada según pasé junto a ella, a pie y asiendo las bridas de mi exhausto dromedario. Se fijó sobre todo en mis ojos, que siempre los he tenido profundos y penetrantes, y quizá también llamase su atención mi apostura. Durante mi mocedad y hasta hace bien poco, lucía una figura gallarda y apolínea. Mi buena talla y fortaleza física solían atraer hacia mi persona el interés de las féminas de toda raza y condición. No obstante, era una verdadera lástima que, debido a las tradiciones inherentes a mi origen étnico, hubiera de llevar siempre en público el rostro embozado y se perdieran las mujeres gozar del viril atractivo de mis rasgos, máxime cuando mi boca era realmente agraciada, tanto por los labios carnosos y bien trazados, como por la dentadura que escondía: nívea y correctamente alineada. Remataban la gracia de mis facciones, unos pómulos marcados y un óvalo armonioso, concluido este en un mentón partido que me proporcionaba un aire aún más masculino si cabía. Como ya digo, la pena es que tales encantos permaneciesen ocultos a las miradas femeninas, si bien mis ojos, subrayados sempiternamente con la negrura del khol, y mi porte donoso, ya de por sí las atraían. Y eso me congratulaba enormemente, pues a pesar de los preceptos religiosos, mi corazón se azoraba ante la presencia de una mujer bella, solo intuir su silueta bajo los vaporosos velos, presentir sus formas desnudas apenas rozadas por la suavidad de la liviana tela y la sangre me hervía en las venas con el frenesí de un alazán a punto de montar una yegua.
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Siempre he sido un macho ardiente, aunque, desde que el cielo me concedió la ventura de conocer a la que después sería mi mujer, nunca más volví a desear a hembra alguna que no fuese ella. Me sobrecogía de tal manera ante la visión de su cuerpo desnudo: menudo, sensual y voluptuoso, que todo mi universo giraba en torno suyo. Yassmine era mi hurí en la Tierra, no precisaba morirme y ascender al Paraíso para gozar de ella. Allí la tenía, ante mí, la más sublime de las beldades, con aquella sonrisa untuosa, de manteca y miel, que me derretía, que me convertía en su manso esclavo cada vez que acariciaba su sedosa piel o besaba sus turgentes pechos, coronados por oscuras y grandes areolas que festoneaban los apuntados pezones.
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Ya desde el primer encuentro, desde que coincidimos bajo la puerta de la muralla de su Ksar, y nuestros ojos se cruzaron, supe que aquella joven, casi una niña, sería para mí. Y desde entonces luché contra todo y contra todos por conseguirla, teniendo siempre en mi mente el deseo vivo de hacerla mía en cuanto pudiese desposarla, pues por nada pretendía yo, amándola como la amaba, deshonrarla.100_3557
A partir del inicio de nuestra relación, comencé a imaginármela libre de velos y ropajes y fantaseaba, con lujuria desmedida, con encontrarme yaciendo entre sus cálidos y húmedos muslos, bañado en sudor y poseyéndola una y otra vez, apasionadamente, al ritmo de mi jadeante respiración o libando con fruición el sabroso néctar que manaba de sus entrañas merced a nuestra desorbitada concupiscencia. Mi mente y mi cuerpo llegaban a tal extremo de excitación cuando estaba en su presencia, que me costaba refrenarme, e, incapaz de hacerlo, acudía a trucos varios para escapar a mi libidinoso estado y reducir en lo posible la desmesurada lubricidad que su sola visión me provocaba, avergonzado ante ella de presentar tales indicios de lascivia e impudicia.
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Algunos de aquellos trucos consistían en recurrir a inocentes recuerdos pueriles, tales como contar mentalmente los camellos de mi padre o recordar las mil y una peripecias acontecidas durante mi infancia. Cuando todo esto fallaba, recurría a la religión como contrapunto a la expresa carnalidad de mi deseo y repasaba las palabras que había escuchado en el último sermón del imán de turno, dado que un nómada como yo acudía acá y acullá a la mezquita que tuviese más cercana...
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Continuará…


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Las fotografías fueron obtenidas durante mi último viaje a Marruecos, en el verano del 2009