martes, 3 de diciembre de 2013

CONTIGO


La luna
—espejo solar —
a voluntad del astro rey
se somete,
no bien las sombras
velan el dorado fulgor;
vedados su voz
y su albedrío.

Ella
—emperatriz de la noche—
no puede obedecer
otro designio
ni puede elegir
otro destino.

Ella
no puede reemplazar
a su tiránico señor
ni renunciar al vasallaje
de su brillo,
anclada eternamente
a su futuro.

Pero entre los mortales,
que bajo el blanco manto
de su luz,
yacen abandonados
al reposo nocturno,
nada ni nadie resulta
indispensable,
todo y todos
somos prescindibles,
como peones de ajedrez
que cuando uno cae,
otro lo sustituye.

Así también
el objeto de mi amor
podría mutar
de nombre y apellido,
mas me quedo aquí,
contigo.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Diana como personificación de la Noche”, Anton Raphael Mengs
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