La Rue de la Kasba lleva directamente a la Plaza de Gobierno, con el Palacio del Primer Ministro (Dar el Bey) y otros edificios de carácter gubernamental, en el lugar del emplazamiento de la antigua kasbah.
De la Plaza de la Victoria también parte la Rue Jamâa ez Zitouna, que conduce, por el camino más breve, a la Gran Mezquita del Olivo o Jamâa ez Zitouna. Esta angosta calleja central rebosa de mercancías destinadas al público turístico. Los vendedores acosan literalmente a todos los extranjeros que, a duras penas, ascienden la pendiente, pero no es muy conveniente realizar compras en esta zona, ya que al ser muy frecuentada por los turistas, los precios de salida para el regateo, son ostensiblemente más elevados y los productos de inferior calidad. Es mejor reservarse para los zocos que se encontrarán más adelante. Incluso en la localidad cercana de Sidi Bou Said (de la cual se tratará con posterioridad), tanto en las tiendas como en algunos puestos ambulantes, ofrecen artículos de categoría superior y de mejor gusto, por un coste ligeramente inferior.
La Gran Mezquita presenta una logia de doble columnata en su fachada principal y esa galería da paso a un vasto patio, rodeado de pórticos en tres de sus lados. Los no creyentes se encuentran imposibilitados para acceder a él y han de conformarse con admirar tan hermosa obra arquitectónica desde una valla de madera. Al fondo del patio se yergue, orgulloso, el alminar o minarete, de estilo andalusí, no en vano Túnez fue país de acogida para los moriscos expulsados del nuestro durante las persecuciones de que fueron objeto por parte de los monarcas y las instituciones católicas, de entre ellas el Santo Oficio. Esta torre cuadrangular, de cuarenta y cuatro metros de altura, nos retrotrae al glorioso pasado de Al Ándalus, con sus relieves de lacerías y sus merlones rematando la terraza. El patio, por el contrario, es de estilo turco, con arcadas de medio punto peraltadas, que se sustentan sobre capiteles expoliados de las ruinas de la antigua Cartago. Del mismo lugar y de otros yacimientos arqueológicos, proceden los que decoran la impresionante sala de oración, compuesta de quince naves e iluminada con lámparas de cristal de Murano veneciano. Tampoco a ella puede acceder el público no musulmán, que ha de resignarse e imaginar el esplendor de tan portentosa estancia, coronada por la cúpula del bahou, con sus estrías de piedra bicolor.
El Souk el Trouk o Zoco de los Turcos prolonga al de los perfumistas. Techado por una elegante bóveda de ladrillo, aloja mercaderías tan dispares como los textiles, los muebles, las alfombras o la marroquinería. En él se encuentra la antigua Casa Ed Dar, ahora ocupada por un selecto anticuario, a cuyo interior se puede acceder no sólo a mirar o adquirir costosos objetos, sino también para ascender a la azotea y así poder obtener magníficas vistas sobre esta parte de la medina, al pie del minarete de la Gran Mezquita. El caserón en sí mismo también es muy interesante, con sus escaleras alicatadas con azulejos multicolores y su cocina, conservada como antaño. Sin lugar a dudas, si se busca un souvenir o un regalo con empaque y buen gusto, éste es el lugar idóneo.
El Zoco de los Turcos desemboca en la Mezquita de Sidi Youssef, o de los Turcos, erigida por los otomanos que en el s. XVII deseaban contar con su propio templo dedicado al rito hanefita. En su patio se ubica la tumba o tourbet de su fundador, Youssef Dey y se remata con un alminar de sección octogonal, el primero que se levantó con esta forma en Túnez. Esta mezquita no está abierta al público no musulmán, así que sólo podrá ser contemplada desde el exterior.
Contiguo a esta mezquita se encuentra Dar el Bey o Palacio del Bey, así llamado por ser la augusta morada de los beys o gobernantes locales bajo dominio turco. Data del s. XVIII, de imponentes dimensiones y con espléndidas fachadas de piedra de color ocre dorado. Fue la sede del Gobierno en tiempos del protectorado francés y en la actualidad es la residencia del primer ministro, así como también lo ocupa el Ministerio de Asuntos Exteriores, por lo que cualquier fotografía está estrictamente prohibida.
Frente a Dar el Bey se halla el Ministerio de Finanzas, un edificio blanco con un reloj en medio que más bien parece un consistorio que otra cosa y a su lado, el Secretariado General de Gobierno. Todas estas edificaciones oficiales están enclavadas en la Place du Governement, en la parte más alta de la medina, donde antiguamente se levantaba la Alcazaba.
Volviendo atrás, descendiendo la kasbah, los zocos se abren como intrincadas rutas para alcanzar el oriente de las mil y una noches. El Zoco de las Chechias, donde el visitante podrá asistir al proceso artesanal de fabricación de estas boinas, introducidas por los inmigrantes andalusíes en el s. XVII y que hoy se exportan con ligeras variantes a países como Libia, Chad o Somalia. Son similares al fez marroquí, pero la chechia tunecina es más achatada, roja y sin borla y la chechia libia casi igual a la de Túnez, pero negra y con borla…
Un poco más allá, a la salida del Zoco de las Chechias y al lado de Dar el Bey, está el zoco que lleva su nombre: Souk el Bey. Sin bóvedas que lo cubran, sobrio y distinguido, los escaparates de sus comercios exponen joyas y orfebrería de calidad.
Continuando, se llega a la Mezquita Hammouda Pachá, del s. XVII, de pequeño tamaño, pero hermosa impronta, con arquerías ciegas y un minarete octogonal, es muy semejante a la Mezquita de los Turcos y como ella, también alberga en su patio el mausoleo de su patrono y tampoco es visitable por los no creyentes.
Perpendicularmente a este zoco, se encuentra el Souk el Lefta, especializado en alfombras y mantas y cerca el Souk ed Dziria, ambos muy antiguos y con vetustas tiendas que harán las delicias de los fotógrafos aficionados a lo pintoresco. En el Zoco el Lefta hay un establecimiento llamado "El Palacio de Oriente", que también consta de una azotea muy similar a la de la Casa Ed Dar y a la que se puede subir libremente, previa solicitud a los empleados de la tienda, para obtener una buena vista panorámica de esta zona de la medina. La terraza del tejado se encuentra alicatada con antigua cerámica policromada y ornamentada con plantas como la de la casona Ed Dar, así que resulta doblemente gratificante visitarla.
En la parte inferior del Zoco el Leffa, girando a la izquierda, se llega al Souk el Koumach o Zoco de las Telas, del s. XV, que bordea el muro oeste de la Gran Mezquita y se forma por tres naves separadas por columnas pintadas en rojo y verde. Las mercancías que aquí se muestran están relacionadas sobre todo con las bodas y las ceremonias de circuncisión. Montones de detalles florales hechos con tules, gasas y sedas blancas y de tonos pastel se apilan cuidadosamente y resultan llamativos unos cestos de mimbre forrados de raso blanco acolchado, los turistas creen que son camas para gatos de lujo, pero nada más lejos de la realidad, en Túnez se trata muy bien a los mininos, pero no se llega a tanto: son cestas para portar los regalos del novio a su futura desposada.
A continuación se accede al Zoco de las Mujeres o Souk des Femmes, especializado en ropa de segunda mano y después se llega al Zoco de la Lana y al del Algodón, donde se venden ropa y joyería destinadas a las féminas autóctonas. Más arriba se halla el Zoco de los Orfebres, cuyas abigarradas y desmesuradas joyas sólo son del gusto de los orientales y además, muy a tener en cuenta es el hecho de que el oro que allí se vende, con frecuencia, es nada más que de catorce kilates.
Continuando hacía la Mezquita de Hammouda Pachá y bajando por la Rue de la Kasbah, girando después a la derecha por la Rue El Jelloud, se accede a un callejón que lleva por nombre Echemmahia, allí, en el número nueve, dentro de una casa particular, se halla la Tumba de la Princesa Aziza, con bellísimas decoraciones interiores de estuco y cerámica. Volviendo a la Rue de la Kasbah, se encuentra el Souk de Nahas o Zoco del Cobre, donde los artesanos martillean sin cesar, produciendo una alegre y rítmica melodía, las bandejas repujadas y cinceladas que habrán de servir para contener los dulces y otras delicias culinarias.
Descendiendo por la Rue Sidi Zahmoul, girando a la izquierda y bajando la Rue Sidi Kassen, girando a la derecha a la altura del número nueve, se pasa bajo el arco del callejón Ben Abdallah y se llega al Museo de Artes y Tradiciones Populares, instalado en el Palacio Ben Abdallah, edificado en el s. XVIII (abre de 9,30 a 16,30. Cierra lunes. Entrada de pago). El edificio palacial cuenta con un hermoso patio interior, de mármol blanco, porticado con columnas de este mismo material y color y estucado con atauriques y lacerías. Un zócalo de cerámica policromada le proporciona colorido y una fuente central, cuyo surtidor se adorna con un trío de delfines, alegría. Sobre el pórtico se alza un segundo piso, con un corredor delimitado por una balaustrada de madera pintada de azul celeste. Sin duda, se trata de un patio encantador que ilumina las estancias privadas del palacio, actualmente ocupadas por la exposición del museo: unos maniquíes, vestidos a la antigua usanza, ilustran las actividades propias de los moradores de una casa burguesa tradicional del s. XIX, ocupando los cuartos correspondientes a hombres, a mujeres o a niños, con la cocina y el baño o hammam y todos los utensilios necesarios, además de mobiliario de época, joyas o juguetes. También se muestran los oficios propios de los zocos: orfebres, tejedores, guarnicioneros y todo tipo de artesanos.
Saliendo a la Rue des Teinturiers o Calle de los Tintoreros (zoco donde se tiñen a mano los tejidos), se llega enseguida a la Rue el M'Bazaa, donde se encuentra el Dar Othman, un caserón del s. XVI hecho edificar por el bey Othman, que se enriqueció por su relación con los raís o corsarios musulmanes (antiguos esclavos europeos convertidos al Islam). El palacio es de dimensiones modestas, pero posee un pequeño patio ajardinado encantador y alberga la Oficina de la Conservación de la Medina, así que su acceso es libre y gratuito.
Volviendo de nuevo a la Rue des Teinturiers , se gira a la izquierda por la Rue del Trèsor y la Rue el Karchani, preciosas calles jalonadas de puertas azul turquesa adornadas con clavos, idénticas a las típicas de la idílica localidad de Sidi Bou Said. Se ha de continuar subiendo hasta llegar a la Rue Andalous, la más bella vía de toda la medina, con esbeltos arcos de herradura, que dan paso a residencias aristocráticas que rememoran el pasado andalusí de este rincón, cobijo de los inmigrantes adinerados que fueron expulsados por la intolerancia española de la época. Sin duda, es un sitio calmo y tranquilo, donde los numerosos gatos que pululan por toda la medina, se prestan a dormitar en cualquier parte, haciendo suyo el lugar, como si de su feudo se tratase.
Subiendo desde la Rue Andalous, a su izquierda, se arriba a la Plaza del Castillo y se accede al Dar Hussein, un palacio del s. XVIII que ostenta la fama de ser el más hermoso de todo Túnez. Hoy en día sus dependencias acogen el Instituto Nacional de Arqueología y Artes y no está abierto al público, pero el visitante puede pasar sin problemas al patio de mármol blanco, con azulejería de Kallaline y filigranas de estuco, que da paso a otro de menor tamaño en el que luce un cuidado jardín, reflejo mundano del paraíso perdido.
En la periferia de la medina se encuentra la Mezquita de Sidi Mahrez, del s. XVII, de influencia otomana, con sus cúpulas blancas que destacan sobre el azul intenso del cielo. Consta de un patio un tanto angosto con forma de L y una gran sala de oración. Esta mezquita ha sido objeto de una remodelación tan exhaustiva que es muy criticada por parte de los expertos. Frente a ella, al otro lado de la calle, está la Zawilla de Sidi Mahrez, el patrón de Túnez. En ambos lugares no se permite la entrada al público no musulmán.
Próximo capítulo: Museo del Bardo
Fotografías de mi autoría