Anhelante de otra gota de agua
me lancé a los ríos,
a sus corrientes sinuosas,
a sus meandros serpenteantes
ocultos entre los juncos.
No habitaba en mí el temor
al ahogamiento ni a la asfixia.
Me sentí arrastrada
por aguas impuras.
Un caimán grande y poderoso
me mostró la sierra marfileña
de sus mandíbulas; lo ignoré y proseguí
mi avance inexorable
hacia la cascada y su precipicio.
La amargura del curare penetró
en el caudal de mi sangre
como la aguda proa de una canoa.
También navegaron por ella los ocelos del jaguar
y los élitros translúcidos de las libélulas.
Todo aquel rumbo incierto,
aquel viraje,
me desorientaba,
me apretaba el corazón
y las arterias.
Nunca sabré el porqué
de aquella inercia, buscando
aquella gota entre fangales.
Nunca sabré el porqué
de mi ceguera, de aquel querer cambiar
tus aguas diáfanas por la turbieza.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: "Agua clara", Miguel Avataneo