El azar —en su capricho inamovible—
encadena los eslabones del destino
sin importarle
latitudes ni longitudes
encadena los eslabones del destino
sin importarle
latitudes ni longitudes
Una mañana,
escrita con la tinta
—ya indeleble— de un abril
de nubes oscuras,
el viento del este
apaciguó su hambruna portando
en sus hombros el disco solar.
De súbito,
el plomo se desvaneció del éter
y ocupó su lugar la liviandad azul.
Una luna sibilina emergió en el horizonte
no bien llegaba al cenit el mediodía.
Sol y luna,
tú y yo
abrazados.
Sol y luna,
tú y yo
arañando las azucenas
con garras de delirio concupiscente.
Sol y luna,
tú y yo
fundidos en cópula,
en fecunda intersección de condiciones.
Tú y yo
derramando la iridiscencia
opalina
con voz de trueno.
Tú y yo
en una mañana de abril otrora
lluviosa y gris.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: “Pasión”, Alberto Pancorbo