Los días no perdonan
el sutil terciopelo de las rosas,
y ni auxiliarlas puede
la húmeda caricia del rocío.
Así los años
tampoco perdonan
la tersura en nuestras pieles,
y nos marchitamos
—como las rosas—
y nos hacemos falibles
ante el incesante flujo del segundero.
Camina con nosotros
el sosias que vemos reflejado
en el espejo,
se nos parece tanto…
y en tanto se nos diferencia…
una sombra es de lo que ayer fuimos.
Caminan nuestros pies
sin atisbar su rumbo,
siguiendo los sinuosos trazados
de un destino que se bosqueja
a cada paso,
y que ninguna sibila descifra.
Caminamos descalzos
y desnudos,
despojados de tutelas
—al desamparo de tifones y tormentas—,
sin hallar nunca el perdón a nuestros errores,
y sin que nuestros errores jamás nos perdonen.
Mayte Dalianegra
Pintura de Manuel Núñez