Parecía una escena pintada por Vermeer:
desde la ventana, una luz perlada
cruzaba la estancia en diagonal,
y todo cuanto en ella había
gozaba de su fluorescencia.
La mesa, las sillas, los jarrones chinos,
las alfombras persas,
todo brillaba con el esplendor
de un colorido nuevo.
Las pupilas se acostumbraban
al sosiego diurno
y el corazón latía más despacio,
con una mesura
para la que no había sido aún domesticado.
Ya había olvidado morir en tus labios
con la cadera ceñida de soles
y fragmentarme cada noche
como una estrella de vidrio.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: “Joven con jarra de servir agua” (1665), Johannes Vermeer. Metropolitan Museum of Art, New York