Vuelvo a ti
como el salitre vuelve a la matriz de las olas,
como la sombra regresa a la luz que la concibe,
como la memoria retorna al eje del tiempo.
Vuelvo aterida,
con mis pies lacerados por cardos,
con mis cuencas florecidas de amapolas,
con mis arterias calcinadas por el verbo de la noche.
Vuelvo ignorando
si más allá de la alambrada que cerca los confines
existe algo que no sea un valle ceniciento.
Vuelvo devastada
por los incendios y necesitada del calor de un beso
sin sabor a humo.
Vuelvo con la esperanza
de que la clemencia emprenda un viaje
al centro de tu pecho.
Vuelvo para respirar
el oxígeno que no ha sido devorado por el fuego
y quedarme contigo en la trinchera
que aún conserva la humedad
de la tierra y las raíces.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "Lamia y el soldado" (1905), John William Waterhouse