A mi amado marido Rafael
El amor que siento por ti
nació del áleph
cuya minúscula cifra
progresó en caracolas de fuego.
Fue un cigoto invisible
germinando en una vaina de crisálida
y, luego, una madeja de alas batiéndose
con suavidad de terciopelo.
Ofuscado, se enquistó en mi pecho,
y ahí se enconó su llama, afiebrándome.
Se enredó también en mis brazos y en mis piernas,
y su viento ululaba con el vértigo de la alondra,
y se mecía en mis venas como un pez sedoso
de agallas abiertas.
Pero ahora tiembla en mis mejillas
el pozo sobre el que se balancea y chapotea
una luna descolgada, y me turban las nubes
con bordes de acero.
No quiero que ningún arcángel
me expulse de tu carne sagrada.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "El beso" (1859), Francesco Hayez, Pinacoteca di Brera, Milán