pese a tanto,
todavía florezco
en primavera,
cuando los ranúnculos,
con su piel charolada,
motean los prados como copos de sol;
los mismos prados que en otro tiempo
acogieron nuestros cuerpos ansiosos
y fueron madres tibias e indulgentes,
y fueron esponjosos lechos.
Todavía reconozco las mismas estrellas
que engarzaban sus auras centelleantes
en el agua de nuestros ojos,
fundiendo en ellos la reluciente esfera de la noche
y propiciando el sabor lento de los besos.
Pienso entonces en cómo serían ahora mis días
de no haber tenido conmigo
la firmeza de tus manos,
la determinación de su pulso,
que me sostuvo, con su cable de acero,
para impedir
que una última hebra de humo
perdiera el cabo que me ataba a la hoguera.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "Una visión de Fiammetta (la musa de Boccaccio)" (1878), Dante Gabriel Rossetti. Colección de Andrew Lloyd Webber