Mis manos te recorren en el aire
y en el vacío creciente trazan
tu perfil.
Cincelan con habilidad de orfebre
la textura de tu piel,
la firmeza de tus músculos.
Mis manos te buscan
en la soledad del alba
y te hallan al crepúsculo en el eco
lejano de una voz,
o en el recuerdo de las noches
que vivimos
enlazados en nudo gordiano.
Extrañan la caricia de esa brisa
que es tu aliento,
extrañan también el bálsamo
de tus susurros.
Mis manos son
rehenes de las tuyas,
rehenes como mis labios
y mis muslos
lo son del fuego vibrante
de tu lengua.
Mis manos te añoran
ansiosas de surcar
tu espalda en mil caminos,
anhelantes de cerrarse en torno tuyo,
de abrigar tu calor como un anillo,
de custodiar en sus palmas
el ardiente manantial de tu simiente
y florecer en los pétalos blancos
de las azucenas.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura de Bart Rouwenhorst