Expira Isolda en el agudo trino de una diva,
bajo el pesado telón de la nostalgia
y, en bambalinas, mueren de súbito
las bailarinas que Degas un día pintara;
el color de sus pasteles delicados
tiñe de sangre zapatillas y tutúes.
Se extingue el Céfiro que Botticelli retratase
y Flora comparte féretro con Venus Urania.
Llega la luna perfumada de secretos,
no halla consuelo Tristán en la madrugada
y la vida se le escurre entre las venas.
El fauno de Debussy no despierta de su siesta,
el verano se aboca en un diluvio de tormentas,
Mallarmé grita asustando a las ninfas
y Baco alza el grial en el funeral de Ofelia.
Sigfrido perece en vano sin saber aún el porqué,
dormida yace Julieta, vela su sueño Lady Macbeth.
Un grillo canta en la noche mientras
recuerdo que ayer mismo me juraste amor eterno
y hoy sigo sola.
Hoy sigo viva,
y hoy lucha mi alma, enfebrecida,
para no dejarme aniquilar por mis lamentos.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: “Bailarinas de rosa en los bastidores”, Edgar Degas (1834 – 1917)