Hemos vuelto
para naufragar
enredados en sogas de algas,
para macerar las heridas
en salitre y que el dolor florezca
—orgulloso y punzante—
como una rosa de azafrán irguiendo
las lanzas doradas de sus estambres
y hurgando con precisión las cicatrices.
Hemos vuelto
a la vida, al momento mismo del nacimiento,
para fenecer instantes después
cubiertos aún por la sangrante placenta.
Hemos vuelto a esto nuestro
para morir —un sucumbir de segundos
a manos de las siniestras agujas del reloj.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "La rosa de oro", 2007, Donato Giancola