Te amo desde la punta de tus dedos
hasta el claro cabello de tu testa.
Te amo desde tu piel de terciopelo
hasta la calidez de tus entrañas,
hasta ese serpentín circulatorio
—el sinuoso acueducto
que transporta el humor que te da vida
a través de la máquina sagrada
de tu cuerpo divino—.
Te amo con el afán de conseguir
que me miren tus ojos,
azules como cielos
y mares bajo el sol canicular.
Te amo con la intención de que en mis brazos
deposites tus sueños,
esos nobles jinetes
—ilusión y esperanza—,
que cabalgan tirando de las riendas
de promesas lejanas.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "Cupido y Psique" (detalle), 1891, Annie Swynnerton