A la génesis mexica
Aztlán.
Un anillo lacustre la abraza,
es un blanco embrión palpitante,
epicentro de útero acuático,
una garza de albura vibrando
en el eco amniótico de la luna,
un paraíso idílico
donde no clama aún el ritual
del sacrificio.
Ténoch
guía pies con cascabeles de ayoyote,
caminan sin descanso,
caminan sin volverse.
Su Arcadia perdura
en la memoria de la serpiente,
en la memoria del puma.
Lejos,
en el horizonte inabarcable,
espera el águila sobre el nopal.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: detalle del mural “La gran Tenochtitlán” (1945), Diego Rivera. Palacio Nacional, Ciudad de México