Amor.
Esa palabra dormía
entre las paredes de mi corazón
como duerme el fruto
en el cáliz de la flor.
Una mañana abrí los párpados
y pude dibujar sus sílabas
en el horizonte.
Me pareció conocerla
desde mucho tiempo atrás,
me pareció que no me era ajena ni extraña,
me pareció que se pronunciaba
permitiendo que entrase una bocanada de aire
y consintiendo que saliese el mismo aire
—vibrante y caliente—
a través del anillo de mis labios.
Me atreví a intentar articularla
con la voz madura del azúcar:
vocalizándola pausadamente, deteniéndome
en su inicio y en su culmen,
acariciando la liviandad de sus alas.
Después lloré.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura de Yoel Díaz Gálvez