A un hombre que hablaba tanto, que no decía nada
Elevas la torre de tu vanidad
hasta que tus yemas rozan
los nimbos que en lo alto moran,
y subes y subes, y subes
sobre el eco de tu voz,
retornándote la música
que tu garganta tañó
como afinada campana,
como templado tambor.
Y hablas y hablas, y hablas
atento al timbre metálico
que tu laringe exhaló,
y entre tanto declamar
para escucharte a ti mismo,
ni te entiendes tú,
ni te entiendo yo.
Mayte Dalianegra
Pintura: “La Torre de Babel”, Pieter Brueghel, Kunsthistorisches Museum, Viena