Es la vida del lobo,
siempre soñando con la estepa legendaria,
con la nieve besando las pezuñas.
Así somos los lobos,
siempre llamando en la aldaba
del plenilunio con la arista
del aullido.
Nosotros no lloramos
con lágrimas humanas,
no nos sorprende el llanto
sumidos en la miseria de la hambruna,
lloramos esquirlas de luceros,
se mecen en nuestras cuencas,
y se desprenden como pavesas plateadas,
con esa estructura geométrica y cristalina
del ampo de la nieve.
Es la vida del lobo,
tragarse el llanto muy dentro
y no emitir ni gemido,
si acaso un hálito mudo
goteando nostalgia.
Es la vida del lobo,
solitaria y ansiosa de congéneres,
deglutiendo la saliva del penar
en el silencio ahogado de unas vísceras
contritas de apetencias.
Siempre soñando con atardeceres
bellos, con la brisa erizando el pelaje,
con la senda agreste y el risco escarpado.
Así somos los lobos,
emboscando la sombra
en la faz velada de la luna,
siempre con la mirada lacrimosa de estrellas,
siempre añorantes del vértigo de la gloria.
Mayte Dalianegra
Pintura: "Lobos", Manuel Sosa