Voy a darle rienda suelta
a la vida.
Caminar por los senderos
que tus labios trazaron
en la taza de café
de un desayuno compartido.
Acariciar la efervescencia
de las olas
de un mar imaginado
en las palmas de tus manos.
Sentir los pies
descalzos
pisando la arena blanca
—como de harina—
de esa luna que a los dos
nos ilumina desde la distancia
infinita.
Voy a darle rienda suelta
a la vida.
Y perder la compostura,
y perder el orden de ese cosmos
que a fuerza de costumbre
también se nos enquista.
Sentirme flor de loto
renaciendo en alguna cultura exótica,
ascendiendo a los templos
que nuestros ojos
visitaron en un catálogo de viajes
que probablemente no realizaremos.
Voy a darle rienda suelta
a la vida.
Y soltarme la melena
como una Lady Godiva sin caballo
ni recato,
con la sonrisa que imponen
las vistas, en una foto,
del “Jardín de las Delicias”.
Voy a darle rienda suelta
a la vida,
porque las flores como yo,
aun cuando oscuras,
nunca se marchitan.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: “Lady Godiva” (1897), John Collier. Herbert Art Gallery and Museum and Coventry History Centre. UK