Mis ojos son idólatras de ese piélago verde y distante,
de esa vastedad oceánica de tus pupilas,
y mi piel es suave velamen del bajel
que me conduce a ti,
zozobrando y encallando
en la playa de tu pecho.
Acudo rauda
a la llamada de tu sangre,
al grito de tus humores de macho,
a ese magma que la lascivia enciende,
y ahí viajan mis labios,
caracolas dulces
embriagadas de espuma,
arrullándote al vaivén de tus olas.
Acude también la punta de tu lengua
—ese cabo térreo—
a franquear el salitre de mi mar,
y es remolino,
voluta jónica,
hélice impía girando en espirales
que te abisman al misterio de mi sima
profunda y húmeda.
(Mayte Dalianegra)
Pintura de Shahrzad Hazrati