miércoles, 26 de febrero de 2014

LA VIDA ES BELLA

A quienes nos esbozan la sonrisa
cuando deberíamos llorar
Sí, señor Benigni,
la vida es bella,
lo es cuando se tiene
algo para jugar a los naipes
con el ácido clorhídrico
—algo más que esperanzas
y sueños—,
alguna miga de pan
que se hayan dejado
por ahí —olvidada— los Hansel y Gretel
que gobiernan el mundo.

Lo es cuando las leyes
respetan a quienes dominan,
cuando no sirven en bandejade plata
la cabeza del bautista de turno.

Y no lo es cuando el corsé,
intentando marcar cintura de avispa,
se deja ceñir tanto,
que permite que la avispa
se enseñoree de la ponzoña de su aguijón

Sí, señor Benigni,
la vida es bella,
aun cuando muchos pagasen
con las suyas para que otros
pudieran vivir de una forma
algo más decente,
aun cuando nadie
les gratificase semejantes
sacrificios,
aun cuando éstos cayeran
en la ignominia de la amnesia colectiva.

Sí, señor Benigni,
la vida fue bella para los mártires
de una u otra causa,
que creyeron que inmolarse
expiaría los pecados de una especie
que basa su poder
en la muerte de los diferentes,
y que no tolera ni a los semejantes.

Sí, señor Benigni,
la vida es bella
—¡bellísima!—
para los esclavizados, para los sometidos,
los tiranizados, los cautivos, los que sirven
de bocado a los que viven sobrealimentados…

A pesar de todo,
muy a pesar de todo,
mi muy querido señor Benigni
(querido de corazón), gracias,
¡gracias!
gracias por insuflarnos
la bocanada de aire
que acompaña a una sonrisa,

y hacernos olvidar que hoy,
como un día hiciera Roma,

Arcadia arde.

Mayte Dalianegra

Pintura: “En Arcadia”, Friedrich August von Kaulbach  (1850-1920)
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