lunes, 8 de agosto de 2016

ANTÍNOO


Eras carne de sol.
De sol, tu piel y tus músculos.
Tus bucles, copas de avellano
—vencidas por la brisa—
descendiendo gráciles
la ladera de tu nuca.

¿Cómo no amarte
desde el primer latido?
¿Cómo evitar
ese eclipse con su aro de fuego?

Devolvías
juventud con cada abrazo,
belleza con cada beso,
confianza con cada aprobación.

No eras nadie
y fuiste todo.
Todo para él en vida,
todo para la eternidad después.

El Nilo templó el plasma solar
de tu carne
como en una artera fragua,
y sobre su yunque líquido
te forjó de mármol
con resplandor de nieve virgen.

No eras nadie
y fuiste Osiris
y fuiste Dioniso
y fuiste un dios tracio
con tu nombre,
y brilló en la noche una constelación
con ese mismo nombre.

De ti quedó
una leyenda de amor
que aún se refleja
en el canopo de Villa Adriana.

De ti quedó
el misterio
ahogado en los meandros de un río
sagrado.

De ti quedó,
multiplicado, tu semblante impertérrito,
aguardando latente
en las salas de los museos.
Y ahora, también,
este humilde poema
entre muchos ditirambos.

(Mayte Llera, “Dalianegra”)


Foto: Antínoo como Osiris-Dioniso,  procedente de Villa Adriana (Tívoli). La escultura está ubicada actualmente en la Sala Redonda del Museo Pío Clementino. Museos Vaticanos, Ciudad del Vaticano

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Foto propia obtenida en las ruinas del canopo de Villa Adriana, en Tívoli, Roma

viernes, 22 de julio de 2016

EL RÍO (soneto asonante)


Nadamos en un río de aguas claras 
y en su fértil espuma y en sus ribas, 
bañaba el corazón sus alegrías, 
nadaban como peces nuestras almas. 

Navegaron las manos enlazadas, 
flotando iba la risa a la deriva, 
la voz de la confianza era la ondina 
que a los dos internaba en esas aguas. 

Pero a veces se cruzan las corrientes 
que manan de un subsuelo cenagoso, 
y el agua de cristal se vuelve negra. 

No pudimos nadar entre los lodos 
y, arrastrados, quedamos a la suerte 
de ver nuestra amistad yaciendo muerta.

(Mayte Llera "Dalianegra")

Pintura: "Ofelia" (1852), John Everett Millais. Tate Britain, Londres

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lunes, 4 de julio de 2016

NADA (CÉSAR BORGIA)


Príncipe,
tu espada 
—templada en la línea del horizonte
donde el cielo y el infierno
se acoplan lujuriosos—
es un rayo homicida 
que grita su vértigo,
el eje de una tempestad
que arrasa vergeles,
una fértil materia
que gesta el dolor.
Su metal sediento
te mantiene a horcajadas,
Gran Confaloniero, Duque Valentino.

Los idus de marzo
galopan veloces
hasta La Barranca Salada. Aventajan tres días. 
Tu máscara de cuero cae
y, entonces, un destello en el acero muestra: 
“O César o nada”.

(Mayte Llera, "Dalianegra")

Pintura: "Retrato de César Borgia" (s. XVI), Altobello Melone. Academia Carrara, Bérgamo, Italia

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viernes, 17 de junio de 2016

PÁJAROS


Hay pájaros 
verdes
como la bruma 
de las montañas de Guatemala,
aves de plumas tan largas y sedosas
que sólo pueden alzar el vuelo
en esos paraísos de selvas brillantes 
como esmeraldas.

Hay pájaros 
que levantan sus voces
y alcanzan los cielos,
que cortan el aire
con los afilados cuchillos
de sus gargantas, y pájaros 
que sólo pían
y saltan graciosos entre las ramas.

Pájaros hay 
de todo tipo:
amarillos, pardos, azules,
con pecheras rojas 
o de crestas coronados.

Pájaros hay 
también de guerra,
que llevan la fiereza en el tajo de la pupila
y tambores bajo las alas.

Y los hay 
que sobrevuelan el nido ajeno
deslizando 
sus siniestros planeos entre las sombras,
deslizando 
el silencio entre sus picos.

Son aves de rapiña 
aguzando instintos, con el botín 
en el punto de mira.

Urracas y azores cenicientos
afanados en el hurto del reluciente 
metal de la palabra.

(Mayte Dalianegra)

Pintura: "Pareja de quetzales en Tikal", Carlos Alberto González da Silva

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miércoles, 15 de junio de 2016

HAIKU (La primavera)


La primavera,
a finales de junio,
pasa el relevo.

(Mayte Dalianegra)

Pintura de Igor Semenikhin

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jueves, 26 de mayo de 2016

AÑOS 30


Vamps estilizadas 
—terrones de azúcar 
caramelizados bajo los focos 
de los musicales de la RKO—
cimbrean dibujando 
caleidoscópicas geometrías,
ostentando el fasto de la seda, 
las lentejuelas y el lamé,
mientras el vértigo de un picado
captura la apoteosis del instante.

Galanes de nuca rasurada y mechones 
blindados con brillantina
—que combaten su insurgencia sobre la almohada 
con redecilla— profetizan un futuro 
halagüeño en las bolas de cristal de las burbujas.
El champán y el jazz son las ruedas 
del carro de la noche,
y, como trenes de vapor,
boquillas interminables expelen 
hilachas de humo azul
que asciende y se trenza.

A la sombra del oropel 
de esa luz de tulipa art déco,
un río de desempleados se arremansa 
ante la promesa 
de un plato caliente,
y los vagones de los mercancías transportan 
polizones a la deriva.

En París,
Henry Miller almuerza con frugalidad
merced a la compasión de sus amigos.
En España,
Caín levanta una quijada de asno 
y, tras una noche de noviembre,
Alemania
amanece con la fría escarcha de los cristales rotos.

(Mayte Dalianegra)

Pintura: "La chica dorada" (1933), Rolf Armstrong

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domingo, 10 de abril de 2016

EL AMOR QUE SIENTO POR TI

A mi amado marido Rafael

El amor que siento por ti
nació del áleph
cuya minúscula cifra
progresó en caracolas de fuego.
Fue un cigoto invisible
germinando en una vaina de crisálida
y, luego, una madeja de alas batiéndose
con suavidad de terciopelo.

Ofuscado, se enquistó en mi pecho,
y ahí se enconó su llama, afiebrándome.
Se enredó también en mis brazos y en mis piernas,
y su viento ululaba con el vértigo de la alondra,
y se mecía en mis venas como un pez sedoso
de agallas abiertas.

Pero ahora tiembla en mis mejillas
el pozo sobre el que se balancea y chapotea
una luna descolgada, y me turban las nubes
con bordes de acero.

No quiero que ningún arcángel
me expulse de tu carne sagrada.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "El beso" (1859), Francesco Hayez, Pinacoteca di Brera, Milán

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jueves, 7 de abril de 2016

TODAVÍA FLOREZCO


Pese a todo,
pese a tanto,
todavía florezco
en primavera,
cuando los ranúnculos, 
con su piel charolada, 
motean los prados como copos de sol;
los mismos prados que en otro tiempo 
acogieron nuestros cuerpos ansiosos
y fueron madres tibias e indulgentes,
y fueron esponjosos lechos.

Todavía reconozco las mismas estrellas
que engarzaban sus auras centelleantes
en el agua de nuestros ojos,
fundiendo en ellos la reluciente esfera de la noche 
y propiciando el sabor lento de los besos.

Pienso entonces en cómo serían ahora mis días
de no haber tenido conmigo
la firmeza de tus manos,
la determinación de su pulso,
que me sostuvo, con su cable de acero,
para impedir
que una última hebra de humo 
perdiera el cabo que me ataba a la hoguera.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Una visión de Fiammetta (la musa de Boccaccio)" (1878), Dante Gabriel Rossetti. Colección de Andrew Lloyd Webber

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domingo, 27 de marzo de 2016

JANE GREY


Suya es la mano
que empuña el hacha,
que amuela su filo
con un esmeril hambriento,
para balancearla después
y sopesar su gravedad
y su parábola,
el arco triunfal bajo el que desfilarán
potros empenachados con lutos.

Suya es la mano embozada
en el sigilo lacio de los sicarios,
consagrada a estimar los ejes precisos,
la oportuna alineación
entre el acero y tu cuello,

y va a talar en él un brote tierno,
una yema temprana,

pero no es el verdugo.


(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "La ejecución de Lady Jane Grey" (1834), Paul Delaroche. National Gallery, Londres

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jueves, 24 de marzo de 2016

TORMENTA


Algunos días
el cielo sufre un viraje repentino,
y el brocado que forman las nubes
sobre el satén cerúleo
se enturbia de grises.
La voz blanda de la brisa
no hace presagiar el aguacero,
hasta que se desboca como un garañón
y muda en vendaval.

Cuando eso suceda, mi amor,
y la tormenta nos alcance
con su guirnalda de látigos,
emprendamos carrera en pos de cobijo,
busquemos la guarida
que haya resistido los embates del barro,
la que conserve en su lecho
rescoldos y humo.

Y si el cielo horada
nuestro asilo con flechas de vidrio,
y un mar embravecido nos espera,
que un golpe de timón nos salve del naufragio,
y que tus ojos enarbolen alas de paloma.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "La despedida" (1892), Alfred Guillou

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sábado, 19 de marzo de 2016

SOLOS TÚ Y YO

A mi amado marido Rafael

Ungiste mis párpados
con la untura oleosa que el sol emplea
para acariciar la sombra
cuando, como un pájaro de oro, 
eleva su vuelo 
sobre el dosel de la madrugada.
Obraste así tras el declive
de una noche desguarnecida
de estrellas y de luna,
de faroles y de bombillas,
aliviando mi ceguera
con tu luz de crisantemo.

Y ahí, 
en tus palmas imbricadas de clemencia,
sangró el estigma que redimió mi condena,
que cercenó los eslabones
y suturó las heridas
para que ninguna corriente 
me remolcase a través de ellas,
para que ninguna alimaña las vulnerase 
y nuevamente le sirviese de alimento.

Y ahora 
que la vida me transita en espirales,
que me impulsa a girar como un derviche,
retoña en mí la madera del manglar
con su piel salada y húmeda.

Y ahora 
que tú y yo 
nos recorremos 
por caminos dibujados 
con saliva, 
que tú y yo 
encendemos teas 
con jirones desgarrados en los labios, 
que rodamos por laderas de volcanes 
con los besos labrados en la carne,
que azotamos furiosos los abismos 
con espuma de mareas fragorosas,
ahora que tú y yo
nos reencontramos,
estamos sólo tú y yo, 
solos tú y yo en el horizonte.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Le Baiser" (1868), Carolus-Duran. Palais des beaux-arts de Lille, France

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domingo, 28 de febrero de 2016

ARCOÍRIS (LA CONDICIÓN HUMANA)


La claridad acomoda sus embriones
en el diamante pulido 
de las gotas,
con la esperanza 
de que tal sementera 
procure la eclosión de sus fulgurantes vástagos.

Después, la tibieza del aire los acuna 
con opulencia de seda,
con una melodía a contraluz,
y el rojo, hambriento de mundo, 
asoma sus labios de amapola trémula. 

Es el primogénito,
heredero de un linaje de sangre 
que suscita los celos del azul y del añil,
dos caínes embozados con vellones. 

El primero muestra su faz 
de presunto querubín
y despliega alas mientras sonríe
(a todos engaña con su impostura). El otro lo secunda
con no menos acierto, velando sus pupilas 
de abismo eléctrico.

El violeta, aunque dubitativo, 
se une a la conjura,
renegando de la mitad de sus genes
y blandiendo el incienso de sus lavandas
—como un flagelo místico—
sobre la fraterna combadura bermeja.

El verde también se vincula a la misma entente,
pues vive en la creencia mesiánica 
de que la salvación sólo es posible
aniquilando al opositor.

Mas los planes fratricidas
hallan resistencia en el amarillo, 
que no desea confrontaciones 
con el mayor de la camada,
con quien le une la alegría de las pavesas 
que parlotean con lenguas de fuego.

De igual manera, el naranja apoya
a estos dos hermanos
a los que en tanto se asemeja,
pues, como ellos, es risueño y jaranero
y, como ellos, se apasiona y goza
y, como ellos, lleva la riqueza en el corazón
y no en el bolsillo.

Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, 
añil, violeta… todos paridos por el mismo vientre
de inmaculada azucena. 

La noche, con sus ojos de pantera, acecha.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "La chica ciega" (1856), John Everett Millais. Birmingham Museum and Art Gallery

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domingo, 31 de enero de 2016

DORMIR


Morir es dormir... y tal vez soñar
(“Hamlet”, William Shakespeare)

Cuando dormimos,
nuestra punta de iceberg muere
aunque nadie le rece un réquiem,
pues, salvo excepciones,
resucita en cuanto despertamos
—y lo hace armada con filo de puñal—,
acuchillando entonces la parte sumergida;
si bien alguna vez un rayo de luz
—con vértigo de relámpago—
vierte una porción de ese pecio
sobre la refulgente masa retoñada,
y ese cristal de hielo
no es sino el espejo de Alicia.

Sólo en esos momentos
podemos arañar una mínima fracción
y con ella traspasar el plateado azogue,
sentir la vibración en nuestras nucas
de otro mundo
dentro de nuestro mundo,
sentir ese embrión de locura —esa borrachera
que nosotros mismos
y cuanto nos rodea hemos fraguado—
que nos guía a cada paso, a cada bocanada,
para que volemos como ángeles
pese a carecer de alas.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Flaming june" (Sol ardiente de junio) 1895,  Frederic Leighton. Frick Collection de Nueva York (en cesión del Museo de Arte de Ponce, Puerto Rico)

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jueves, 3 de diciembre de 2015

FELICIDAD


Felicidad es una palabra
que se articula con la boca muy abierta,
transformando la garganta en un arroyo cristalino
y elevando comisuras y agudos
con pulmones de soprano.
No es fácil pronunciarla, no,
cuesta vocalizar cada una de sus sílabas,
porque cualquier repentino enfriamiento
paraliza la laringe con un carámbano
que termina por ser estalactita,
y ni siquiera el ruiseñor,
trinando indiferente a las lindes
cercadas con alambre de púas,
puede servir de ejemplo.
Resulta trabajoso incluso deletrear
signos tan escogidos,
pues se encasquillan en los labios
antes de que la lengua pueda percutirlos.

Pero
a veces la fortuna acecha,
y aletean insectos fluorescentes
en medio de la noche circular que forma la pupila,
destellos encendidos de luciérnaga
virando del rojo al verde,
del calor de la risa a la armonía,
y entonces las cejas
se levantan y alzan vuelo, y son garzas solemnes,
detrás van las mejillas, ahuecando sus lomos,
los dientes, que relucen su precioso marfil,
y la barbilla, que gira en la bisagra del cuello,
inclinándose hacia arriba y hacia atrás,
como abriendo la tapa del cofre de un tesoro.

A veces la fortuna acecha,
emboscada tras el matorral y los barrotes,
izando su bandera con la voz
de un vértigo lujurioso y transparente.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Crepúsculo", Jared Joslin

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martes, 10 de noviembre de 2015

AL ARTE RUPESTRE (LA TORADA DE LA LOJA)


Hay trazos misteriosos en la vida,
y vida hay en los trazos misteriosos
del rastro de galopes cadenciosos 
avanzando en veloz acometida. 

También esa enigmática partida 
de cuadrúpedos, cinco toros briosos 
y un caballo de cuartos poderosos, 
me deja la memoria desvalida. 

Imagino trazando aquellos uros   
al cazador, artista y hechicero, 
proyectando su luz sobre los muros 

sinuosos de la cueva, con austero 
gesto, y delineando los oscuros 
recovecos con filo de puntero. 

(Mayte  Llera, Dalianegra)

Fotografía: detalle del caballo del panel rupestre llamado "La torada de la Loja", Cueva de la Loja, Asturias, España

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sábado, 10 de octubre de 2015

VUELVO A TI


Vuelvo a ti 
como el salitre vuelve a la matriz de las olas, 
como la sombra regresa a la luz que la concibe,
como la memoria retorna al eje del tiempo.

Vuelvo aterida,
con mis pies lacerados por cardos,
con mis cuencas florecidas de amapolas,
con mis arterias calcinadas por el verbo de la noche.

Vuelvo ignorando
si más allá de la alambrada que cerca los confines
existe algo que no sea un valle ceniciento.

Vuelvo devastada 
por los incendios y necesitada del calor de un beso
sin sabor a humo.

Vuelvo con la esperanza 
de que la clemencia emprenda un viaje 
al centro de tu pecho.

Vuelvo para respirar 
el oxígeno que no ha sido devorado por el fuego

y quedarme contigo en la trinchera 
que aún conserva la humedad 
de la tierra y las raíces.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Lamia y el soldado" (1905), John William Waterhouse 


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miércoles, 30 de septiembre de 2015

SOY LO QUE SOY


Soy lo que soy,
nunca podría haber sido otra.
El pez nunca será gato
ni el gato, pez;
la puerta nunca será ventana
ni la ventana, puerta,
por más que sus marcos se parezcan.

No habrá brillos estelares
fulgurando tras el canto del cisne
ni hubo pétalos de margarita
entre mis ancestros;
tampoco nadie
ensalivará un sello
y lo adherirá a un sobre
que me contenga
tras mi deceso,
para que el tiempo oficie de cartero
con el abrazo concéntrico
de su viento, pues no hay destinatario
escrito y esa carta
nunca encontrará otro cuerpo.

Los granos de materia se conmueven,
en su plano arrugado y finito,
buscando el picaporte
que abra una pestaña de luz,
huyendo, aterrados, del misterio
oscuro,
ajenos, sin duda,
a su faz serena e inalterable,
a su faz sin antes y sin después.

(Mayte Llera, Dalianegra)
    
Pintura: "El lamento de la hija de Jefté" (1871), George Elgar Hicks 

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jueves, 17 de septiembre de 2015

NUDA VERITAS


Te yergues sosteniendo la carga del cielo
sobre la cruz de tus brazos,
poseída por tu propia naturaleza consecuente,
y viertes sobre nosotros el azogue del espejo,
para envenenar nuestro conformismo,
nuestra singladura más anodina.

Pero ¿acaso existes?, 
¿acaso no serás un mero reflejo proyectado 
por el mismo cristal?

Si existes,
lucha por tu aliento,
pelea hombro con hombro
con quien se atreva a cubrirse 
con una égida flecada de serpientes,
para protegerse del engaño 
y adivinarlo entre la saliva,
con quien se atreva a empuñar una lanza,
para desbrozar tu camino de fraudes,
con quien se atreva a hacer de su pecho
la guarida de la Gorgona,
para petrificar la mentira.

Lucha por tu desnudez sin embozo,
para que por tus grietas no se filtre el sofisma,
envuélvenos con tu piel inmaculada
y deja que las sombras 
se escurran lejos del alcance de las brújulas.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Palas Atenea" (1898), Gustav Klimt, 
Museo Histórico de la ciudad de Viena

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domingo, 30 de agosto de 2015

BIENVENIDA, DALIA


Bienvenida, 
Perséfone vegetal que resurges 
bajo la urdimbre dorada
cuando la primavera 
tarda y llega en la canícula.

De entre hojas y tallos ajenos
emerge el recordatorio estacional
de los tuyos,
y cuando riego el jardín
veo tu mata
semejando grutescos caprichosos
de acanto corintio,
pero no, tu reino
no fue de este mundo,
sagrada xicaxochitl.

Bienvenida, 
dalia de pétalos afilados 
como lanzas ensangrentadas 
de verano.
Llevas en tu corola estrellada
la sonrisa rubicunda de un aleluya,
la misma alegría 
que enmaraña 
las leoninas melenas
de los cometas.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Dalias" (1940-47) Hermenegild Anglada i Camarasa


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La "musa" inspiradora de este poema, en mi jardín

sábado, 15 de agosto de 2015

EUROPA


En una de las márgenes del Bósforo  
germinó la semilla de su nombre; 
se sembró al escupirla alguna boca 
desde la orilla opuesta, mientras el discurrir 
serpentino del agua la humectaba.

¿Qué se sabía entonces de occidente 
y oriente? Los humanos trasegaban sus rumbos 
persiguiendo la luz de las estrellas.

Nadie profetizaba su destino, 
no la consideraban más que un trozo de tierra, 
una insignificante región que las sibilas 
despreciaban altivas, sumidas en las sombras 
oscuras que provee la ignorancia. 

Todo nace minúsculo, creciendo 
con el soplo del tiempo, y así llegó a titán 
el embrión de esa tierra y de ese nombre. 

Sabemos que nació, sabemos que está aquí, 
y debemos saber que todo cuanto existe 
—incluso el brillo ardiente de las constelaciones— 
permutará colores y figuras
como pasan del blanco al gris las nubes, 
como cambia el vapor de forma al incidir 
el viento con su fuero.

(Mayte Dalianegra)

Pintura: "El rapto de Europa", Alexander Nedzvetskaya  

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sábado, 8 de agosto de 2015

LETRAS BLANCAS SOBRE FONDO NEGRO


Las emes de Martin y de Malcom
quisieron ser gomas de borrar
y atacaron a otra eme, la de miedo,
que se había escrito
tras la ese de secuestro,
melliza inseparable
de la de siglos.

La eme de Martin optó por desangrarse
antes que derramar eses de sangre ajena,
mientras que la eme de Malcom
derramó eses de sangre ajena y propia,
en un fuego cruzado de emes de muertes.

La be de barco había partido 
varias centurias atrás,
y había hecho buenas migas 
con la o de océano 
y la te de travesía.
La be de barco brindaba con ron antillano
después de la hora del té,
sus ojos de buey 
habían visto pasar, entre las olas,
la ruda e de los españoles
y la tosca pe de los portugueses,
por eso se embelesaban
ante el conspicuo lustre de la i inglesa.

A la be de barco le importaba poco
la ce de confort para con otra ce, 
la de cargamento.
Alineados como bultos, 
piernas, brazos y cabezas, sólo eran eso. 

La a de aire fresco,
aun cuando era un potro indómito
en la cubierta, 
en las bodegas era un tesoro 
pirata enterrado sin mapa,
no llegando 
a los pulmones de los encadenados, 
que recibían en su lugar el fétido soplo
de la e de enfermedad.

Nada mejor que soltar la ele de lastre
para acelerar la velocidad, ¡los tiburones 
están hambrientos!

Y pasamos otra vez por la pe,
ahora de puerto, y por la eme,
esta vez de mercado, 
retornando, indefectiblemente, a la pe de puja.

¡Qué buena compra han hecho algunos!
Uno con hache, de hercúleo,
con la carne de bronce pulido
estallando la piel,
y otra, de nuevo con la be,
en esta ocasión de belleza,
para satisfacer los instintos 
más bajos de la clase más alta,
y si defrauda: ele de látigo
y a recoger a de algodón.

Si no pueden soportarlo
no se les ocurra la efe de fuga,
pues hay ces de cepos, pes de perros 
y haches de horcas;
no se les ocurra esa efe,
pues no existe la i de adónde ir,
ni la jota de justicia.

Tampoco esperen que la te de tiempo
les ayude gran cosa, 
porque esa te es perpetua aliada 
de la pe de poder.

Les costará hacer oír sus voces,
les costará que les dejen 
siquiera acercarse a una urna,
y cuando por fin lo hayan logrado,
llenarán sus vidas 
con la uve de vacuidad
y atestarán los míseros barrios 
que habitan con otras uves, 
las de vicios proscritos que les conducirán 
hacia las ces de las cárceles.

Esto está escrito 
con letras blancas sobre fondo negro,
con letras en negativo.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Andrea con pañuelo azul", Scott Burdick

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domingo, 19 de julio de 2015

ENTONCES (soneto en alejandrinos)


Entonces no importaba que hubiera sol ni luna,  
ni noche, ni mañana, ni rosas en jarrones, 
ni enredaderas verdes colgando en los balcones,
ni risas en la calle, ni niño en una cuna. 

Entonces no veía la arena de la duna, 
ni el tiempo que se escurre por entre los rincones, 
ni las dificultades que escalan farallones, 
ni la falta de números para lograr fortuna. 

Entonces contenía mi aliento solo al verte, 
respiraba los aires de tus ojos de cielo,
levitaba entre nubes bendiciendo mi suerte. 

Entonces pasó aquello que me derribó al suelo, 
llegaron las borrascas soplando un viento fuerte. 
Entonces era entonces y ahora queda el duelo. 

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "El amor y la doncella" (1887), John Roddam Spencer Stanhope 

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Música: Yo vengo a ofrecer mi corazón, Fito Páez

sábado, 27 de junio de 2015

MUNDO ANTIGUO


Ánfora, hidria,
olpe, crátera,
enócoe, kílix…

cuando el tiempo pesa más que el polvo
de los huesos,
los objetos son la voz de la memoria.

(Mayte Dalianegra)

Pintura: "Adriano visitando una alfarería británico romana" (1884), Lawrence Alma-Tadema

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miércoles, 3 de junio de 2015

LA CIUDAD


La ciudad era un diamante
cuyas facetas centelleaban
con el tránsito de la luz
hasta herir los ojos.

Se componía de un sinfín
de panales formados por celdillas cristalinas
que, cuando las alas calurosas de la tarde
se cernían sobre ellas,
respiraban azogue
y reverberaban el plasma solar,
convirtiéndolo en purísimo oro.

La ciudad era una diáfana transparencia
emergiendo
de entre los cimientos plomizos
de su ancestro de argamasa,
era un bosque etéreo y translúcido
donde crecían los obeliscos
de acero y vidrio
que aguijoneaban el cielo.

Era un grandioso espejo de sí misma
donde nadie se reflejaba.

(Mayte Dalianegra)

Pintura: "Mujer de azul con una guitarra" (1929), Tamara de Lempicka

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